Tras haber celebrado el ascenso hasta la cima del monte de la satisfacción y después de una noche en la que volvimos a contar numerosas historias, el frío comenzó a hacerse cada vez más intenso y el grupo decidió que lo más conveniente sería ir a dormir; pero lo cierto es que, algunos de nosotros, teníamos ganas de continuar aquella maravillosa noche de historias y bromas.
No era muy tarde y a pesar del frío hacía una noche preciosa, por lo que algunos de nosotros decidimos continuar aquella pequeña fiesta lejos del improvisado campamento en el que el grupo pasaría la noche; tras unos minutos de preparación, el perezoso “Mentalista”, las inseparables Roxy y Rolas, el también homenajeado “Guasas”, Wici, Chijquín y yo nos dirigimos hacia una pequeña explanada cerca de un faro que habíamos visto en nuestro ascenso hacia la cima del monte de la satisfacción.
Una vez allí, comenzamos a contar nuestras propias historias entre bromas, vaciles y bailes hasta el amanecer; y aunque estuvimos muy a gusto toda la noche, lo cierto es que no podíamos retrasar mucho más nuestro regreso al campamento para dormir unas horas antes de continuar aquel viaje por el mundo de la literatura.
Tras unas horas de sueño, el señor Keating nos despertó mientras algunos de nosotros le mirábamos con cierto gesto de aversión; había sido una noche muy larga y nuestro querido guía no estaba dispuesto a retrasar el viaje por nosotros…
Lo cierto es que no era justo que nuestros compañeros nos estuviesen esperando y en aquel momento de pereza me acordé de aquella frase que tanto decía mi abuelo para justificar que cada persona es libre de trasnochar todo lo que quiera, siempre y cuando a la mañana siguiente sea capaz de cumplir con sus obligaciones; así que, levantándome rápidamente, decidí imitar a mi abuelo e insistí a mis compañeros para que se levantasen diciéndoles que debíamos continuar con nuestro viaje y que “Al que no valga para gallo, que lo capen”.
Tras unas horas de viaje llegamos nuevamente a aquella pequeña cueva con figuritas de plastilina y cuyas rocas habían sido decoradas con dibujos infantiles; estábamos otra vez frente a la puerta que daba acceso al mundo de la educación y el señor Keating nos explicaba que pasaríamos un par de semanas junto a aquella puerta…
Un par de semanas en las que debíamos aprovechar el tiempo para prepararnos de forma intensiva antes de acceder a un nuevo mundo en el que cada uno de nosotros comenzaría en solitario su propia aventura; lo cierto es que todos coincidimos en que aquellas semanas se hicieron muy duras a pesar de tener muchísimo tiempo libre y de pasar momentos muy buenos, pero a mí todavía me quedaba una experiencia por vivir durante aquel periodo de preparación...
De repente, sin saber muy bien cómo había llegado hasta allí, me vi en un lugar totalmente desconocido, rodeado de nieve y arrastrando mi enorme maleta por aquella cuesta inolvidable que llevaba a un lugar en el que, poco después, me reencontraría con Trébol y daría comienzo una aventura inolvidable…
Fueron unos días realmente geniales en los que pudimos conocer lugares preciosos, en los que hubo tiempo para bromear, para hablar de cientos de cosas y para conocernos muchísimo mejor; rememoramos momentos del pasado y, sobre todo, vivimos anécdotas que siempre mantendremos en nuestro recuerdo y en nuestro corazón…
Por todo ello, y por mucho más, siempre estaré agradecido a Trébol por haberme dado la oportunidad de vivir una experiencia única e inolvidable; pero creo que también debo ser justo y agradecer todo el cariño de aquellas personas que, prácticamente a diario, nos fueron escribiendo para interesarse por nosotros durante aquellos días…
Pero, tras aquel impresionante viaje por tierras nórdicas, llegó el momento de regresar a la cueva en la que se encontraba la puerta de acceso al mundo de la educación…
¡¡¡Una nueva aventura estaba a punto de comenzar!!!
No era muy tarde y a pesar del frío hacía una noche preciosa, por lo que algunos de nosotros decidimos continuar aquella pequeña fiesta lejos del improvisado campamento en el que el grupo pasaría la noche; tras unos minutos de preparación, el perezoso “Mentalista”, las inseparables Roxy y Rolas, el también homenajeado “Guasas”, Wici, Chijquín y yo nos dirigimos hacia una pequeña explanada cerca de un faro que habíamos visto en nuestro ascenso hacia la cima del monte de la satisfacción.
Una vez allí, comenzamos a contar nuestras propias historias entre bromas, vaciles y bailes hasta el amanecer; y aunque estuvimos muy a gusto toda la noche, lo cierto es que no podíamos retrasar mucho más nuestro regreso al campamento para dormir unas horas antes de continuar aquel viaje por el mundo de la literatura.
Tras unas horas de sueño, el señor Keating nos despertó mientras algunos de nosotros le mirábamos con cierto gesto de aversión; había sido una noche muy larga y nuestro querido guía no estaba dispuesto a retrasar el viaje por nosotros…
Lo cierto es que no era justo que nuestros compañeros nos estuviesen esperando y en aquel momento de pereza me acordé de aquella frase que tanto decía mi abuelo para justificar que cada persona es libre de trasnochar todo lo que quiera, siempre y cuando a la mañana siguiente sea capaz de cumplir con sus obligaciones; así que, levantándome rápidamente, decidí imitar a mi abuelo e insistí a mis compañeros para que se levantasen diciéndoles que debíamos continuar con nuestro viaje y que “Al que no valga para gallo, que lo capen”.
Tras unas horas de viaje llegamos nuevamente a aquella pequeña cueva con figuritas de plastilina y cuyas rocas habían sido decoradas con dibujos infantiles; estábamos otra vez frente a la puerta que daba acceso al mundo de la educación y el señor Keating nos explicaba que pasaríamos un par de semanas junto a aquella puerta…
Un par de semanas en las que debíamos aprovechar el tiempo para prepararnos de forma intensiva antes de acceder a un nuevo mundo en el que cada uno de nosotros comenzaría en solitario su propia aventura; lo cierto es que todos coincidimos en que aquellas semanas se hicieron muy duras a pesar de tener muchísimo tiempo libre y de pasar momentos muy buenos, pero a mí todavía me quedaba una experiencia por vivir durante aquel periodo de preparación...
De repente, sin saber muy bien cómo había llegado hasta allí, me vi en un lugar totalmente desconocido, rodeado de nieve y arrastrando mi enorme maleta por aquella cuesta inolvidable que llevaba a un lugar en el que, poco después, me reencontraría con Trébol y daría comienzo una aventura inolvidable…
Fueron unos días realmente geniales en los que pudimos conocer lugares preciosos, en los que hubo tiempo para bromear, para hablar de cientos de cosas y para conocernos muchísimo mejor; rememoramos momentos del pasado y, sobre todo, vivimos anécdotas que siempre mantendremos en nuestro recuerdo y en nuestro corazón…
Por todo ello, y por mucho más, siempre estaré agradecido a Trébol por haberme dado la oportunidad de vivir una experiencia única e inolvidable; pero creo que también debo ser justo y agradecer todo el cariño de aquellas personas que, prácticamente a diario, nos fueron escribiendo para interesarse por nosotros durante aquellos días…
Pero, tras aquel impresionante viaje por tierras nórdicas, llegó el momento de regresar a la cueva en la que se encontraba la puerta de acceso al mundo de la educación…
¡¡¡Una nueva aventura estaba a punto de comenzar!!!
:)
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