18 nov 2012
El necesario reencuentro con los "maestros olvidados"...
20 oct 2012
El ingenioso herrero don Francisco de la Mancha
22 jun 2012
Aquellas primeras trampas...
Con el paso de los días, como es normal, comenzaron a surgir algunas anécdotas; se podía empezar a ver cómo había niños con más picardía que otros y cómo el ser humano, desde su más tierna infancia, intenta siempre utilizar los recursos que tiene en su mano para cumplir un objetivo.
Llegaron los primeros ejercicios de repaso (disculpen lo absurdo del término, pero cualquiera de nuestros pequeños podría llevarnos directamente a prisión sin pasar por casilla de salida simplemente por cambiar el nombre de aquello que, antiguamente, nosotros conocíamos como exámenes o pruebas objetivas) y, con ellos, los primeros síntomas de una picardía precoz e incluso las primeras trampas que, sin la experiencia que dan los años, solían salir bastante mal…
Todo estaba dispuesto para comenzar un examen de matemáticas sobre las tablas de multiplicar, las mesas separadas y los niños mirando a aquellas dos personas a las que querían pero que, durante el tiempo que durase aquel examen, se habían convertido en su principal enemigo, en un obstáculo hacia la gloria, en dos seres malvados que les observaban atentamente para evitar que lograsen su objetivo de una manera poco honrada…
Recuerdo que había un póster con todas las tablas de multiplicar colgado en la pared, algunos niños me recordaban a esas moscas que parecen frotarse las manos al aterrizar sobre el suculento premio que, en este caso, estaba colgado de una de las paredes; pero ninguno de ellos contaba con que el más joven de los malvados monstruos vigías (todos mis respetos hacia mi gran amigo Toro Sentado si llega a leer esto pero, llegados a este punto, aprovecho para gastarle una broma; porque aunque yo goce de la fuerza y la belleza que da la juventud, él goza de la experiencia que dan los años…) también había observado aquel inmenso cartel y se pondría justo delante como el guardián de aquel tesoro que les llevaría a la gloria por un camino tan fácil como sucio.
Al observar que me había convertido en un obstáculo que impedía su visión, el pequeño “Tanín” me miró con muchísima tranquilidad, como pensando que era algo normal, me pidió: “Javi, quita de ahí… ¡¡Que no veo!!”.
En aquel momento no pude hacer más que echarme a reír mientras el impaciente niño me hacía gestos con la mano para que me apartase de delante del póster, pero enseguida le contesté algo con lo que comprendería que en aquel examen no sería fácil copiar: “De eso se trata, tienes que saber hacerlo sin mirar…”.
Una vez se habían repartido todos los exámenes, Toro Sentado se dirigió hacia aquel inmenso objeto de tentación y lo descolgó; pero aquel arranque de sinceridad e ingenuidad no sería el único intento de copiar durante aquel examen…
Algunos minutos después, mientras observaba cómo algunos pequeños eran capaces de multiplicar de cabeza y otros se ayudaban con sus dedos, pude ver cómo “El Tigre” hacía grandes esfuerzos por buscar los resultados del examen en una regla en la que tenía escritas todas las tablas de multiplicar; pero su habilidad para copiar era inversamente proporcional a su osadía a la hora de hacerlo, así que me hice el despistado y, cuando menos se lo esperaba, aparecí por su espalda para robarle aquella herramienta prohibida.
El examen acababa de empezar y me miró como suplicando piedad al tiempo que me solicitaba la devolución de su regla ante la promesa de guardarla, pero debía ser inflexible y me la guardé hasta que acabase el examen al tiempo que le daba la opción de continuar y demostrar que era capaz de hacerlo por sí mismo...
No obstante, estas primeras trampas fueron solo las primeras; pues conforme se iban realizando los temidos “ejercicios de repaso” pude observar cómo más de uno intentaba buscar su propio método para burlar mi vigilancia y la de Toro Sentado; y aunque como profesores debemos intentar evitar que los alumnos consigan sus objetivos académicos de forma poco honrada… ¿¿Quién no ha intentado burlar alguna vez la vigilancia extrema de uno de esos “monstruos de los exámenes??
21 mar 2012
¡¡La entrada al mundo de la educación!!
En aquellos momentos todos nos apoyábamos con continuos mensajes de ánimo, había multitud de conversaciones en las que algunos de nosotros nos intentábamos tranquilizar mutuamente y los buenos deseos para el compañero de viaje eran la tónica general en los días previos a aquel Martes 28 de Febrero en que nos veríamos por primera vez frente a una clase de niños a los que deseábamos poder aportar nuestro granito de arena como profesores en prácticas.
Se podría decir que aquellos días de acampada en la cueva, frente a la puerta de entrada al mundo de la educación, nos sirvieron para hacer piña y concienciarnos de que debíamos disfrutar y aprender de aquella experiencia que, por primera vez desde que comenzamos nuestro viaje, íbamos a emprender en solitario.
La noche anterior a nuestra nueva aventura, el señor Keating nos reunió a todos frente a aquella enorme puerta para desearnos muchísima suerte; nos hizo ver que había llegado el momento de separarnos y comenzar una andadura en la que tendríamos que pasar tanto por buenos momentos, como por malos momentos y, finalmente, nos abrió una pequeñísima rendija de aquella puerta de la que surgieron las voces y risas de lo que parecían ser miles de niños disfrutando y jugando...
Todos nos quedamos sobrecogidos al escuchar aquel jaleo que nos hizo dar un paso atrás, pero todavía nos llamó muchísimo más la atención aquel resplandor que salió de la minúscula rendija que había dejado el señor Keating.
Tras unos segundos, el señor Keating se acercó a una puerta a la que, a pesar de estar ya abierta, dio tres golpecitos con el puño como pidiendo permiso para entrar; y fue entonces cuando todo aquel ruido se convirtió en un silencio sepulcral y el brillante resplandor disminuyó hasta convertirse en una cálida y relajante luz tranquilizadora…
Una vez había terminado esta especie de ritual, el señor Keating nos sonrió y nos dijo que hiciésemos lo posible por contener los nervios y descansar aquella noche previa; pues al día siguiente nos sorprenderíamos al vernos solos frente a aquella puerta por la que accederíamos a un nuevo mundo lleno de secretos y de sorpresas.
Al fin llegó el gran día y aquella mañana me desperté con una sensación bastante extraña, pues iba a ser la primera vez que me presentara en un centro educativo sin saber muy bien si lo hacía como alumno o como maestro; aunque supongo que todo maestro debe tener algo de alumno y que, sin darse cuenta, todo alumno tiene mucho que enseñar a un maestro.
En ese momento crucé la puerta hacia el mundo de la educación y, sin darme cuenta de cómo había llegado hasta allí, me vi frente a los 28 pequeños que componían el grupo 2ºC de Educación Primaria y noté cómo me miraban ante la atenta mirada de "Toro Sentado", el jefe de aquella pequeña tribu.
Estaba rodeado de 29 personas con las que, poco a poco, iría formando una pequeña familia en la que poder confiar, una pequeña familia en la que todos aprendíamos de todos y en la que los problemas de cualquiera serían asumidos como propios; 29 personas de las que poder aprender y disfrutar muchísimo y a las que poder aportar ese algo que les haga ser mejor personas.
Aquella mañana se pasó muy rápido entre las numerosas presentaciones, los buenos deseos y esa media hora de recreo en la que una gran cantidad de niños me había rodeado para conocer un poco más de aquel “forastero” que, de repente, había entrado directamente en su entorno más cercano; así que tras una preciosa mañana en la que pude ayudar a la pequeña “Manzanita” con esas corcheas musicales que tantos problemas le estaban dando, llegó la hora de comer y aquellos primeros minutos en los que caminaba pensando en esas horas que tan buen sabor de boca me habían dejado…
Y pronto llegó esa primera tarde en la que, nada más verme aparecer, “Lacitos” vino corriendo hacia mí para regalarme ese dibujo al que había adjuntado un pequeño papelito con la firma de uno de los jugadores más famosos del panorama futbolístico actual; era el primer regalo de los muchos que aquellos niños me irían dando a lo largo de los días, un primer detalle que me hizo entender que la profesión de maestro podía llegar a ser preciosa para cualquier persona que fuese capaz de mantener ese cariño incondicional que, desde el primer momento, te dan los alumnos…
17 mar 2012
La preparación previa...
No era muy tarde y a pesar del frío hacía una noche preciosa, por lo que algunos de nosotros decidimos continuar aquella pequeña fiesta lejos del improvisado campamento en el que el grupo pasaría la noche; tras unos minutos de preparación, el perezoso “Mentalista”, las inseparables Roxy y Rolas, el también homenajeado “Guasas”, Wici, Chijquín y yo nos dirigimos hacia una pequeña explanada cerca de un faro que habíamos visto en nuestro ascenso hacia la cima del monte de la satisfacción.
Una vez allí, comenzamos a contar nuestras propias historias entre bromas, vaciles y bailes hasta el amanecer; y aunque estuvimos muy a gusto toda la noche, lo cierto es que no podíamos retrasar mucho más nuestro regreso al campamento para dormir unas horas antes de continuar aquel viaje por el mundo de la literatura.
Tras unas horas de sueño, el señor Keating nos despertó mientras algunos de nosotros le mirábamos con cierto gesto de aversión; había sido una noche muy larga y nuestro querido guía no estaba dispuesto a retrasar el viaje por nosotros…
Lo cierto es que no era justo que nuestros compañeros nos estuviesen esperando y en aquel momento de pereza me acordé de aquella frase que tanto decía mi abuelo para justificar que cada persona es libre de trasnochar todo lo que quiera, siempre y cuando a la mañana siguiente sea capaz de cumplir con sus obligaciones; así que, levantándome rápidamente, decidí imitar a mi abuelo e insistí a mis compañeros para que se levantasen diciéndoles que debíamos continuar con nuestro viaje y que “Al que no valga para gallo, que lo capen”.
Tras unas horas de viaje llegamos nuevamente a aquella pequeña cueva con figuritas de plastilina y cuyas rocas habían sido decoradas con dibujos infantiles; estábamos otra vez frente a la puerta que daba acceso al mundo de la educación y el señor Keating nos explicaba que pasaríamos un par de semanas junto a aquella puerta…
Un par de semanas en las que debíamos aprovechar el tiempo para prepararnos de forma intensiva antes de acceder a un nuevo mundo en el que cada uno de nosotros comenzaría en solitario su propia aventura; lo cierto es que todos coincidimos en que aquellas semanas se hicieron muy duras a pesar de tener muchísimo tiempo libre y de pasar momentos muy buenos, pero a mí todavía me quedaba una experiencia por vivir durante aquel periodo de preparación...
De repente, sin saber muy bien cómo había llegado hasta allí, me vi en un lugar totalmente desconocido, rodeado de nieve y arrastrando mi enorme maleta por aquella cuesta inolvidable que llevaba a un lugar en el que, poco después, me reencontraría con Trébol y daría comienzo una aventura inolvidable…
Fueron unos días realmente geniales en los que pudimos conocer lugares preciosos, en los que hubo tiempo para bromear, para hablar de cientos de cosas y para conocernos muchísimo mejor; rememoramos momentos del pasado y, sobre todo, vivimos anécdotas que siempre mantendremos en nuestro recuerdo y en nuestro corazón…
Por todo ello, y por mucho más, siempre estaré agradecido a Trébol por haberme dado la oportunidad de vivir una experiencia única e inolvidable; pero creo que también debo ser justo y agradecer todo el cariño de aquellas personas que, prácticamente a diario, nos fueron escribiendo para interesarse por nosotros durante aquellos días…
Pero, tras aquel impresionante viaje por tierras nórdicas, llegó el momento de regresar a la cueva en la que se encontraba la puerta de acceso al mundo de la educación…
¡¡¡Una nueva aventura estaba a punto de comenzar!!!
3 feb 2012
Recordando nuestro pasado...
Tras sentarnos alrededor de un pequeño fuego comenzamos a hablar de nuestros primeros recuerdos en relación a la literatura.
Algunos recordaban los primeros libros que sus padres les leían, otros sonreían al pensar en aquellas historias y cuentos que sus abuelos les contaban e incluso había quien afirmaba inventar sus propias historias cuando era pequeño…
Y es que, cuando somos niños, nuestra imaginación no está coartada por la vergüenza, no se ve restringida por el miedo, ni es limitada por los prejuicios de los adultos; sino que fluye de forma natural de nuestro interior y nos lleva a distintos mundos de fantasía en los que realmente se puede disfrutar de una gran cantidad de historias que leemos, nos cuentan e incluso inventamos.
En aquel momento recordé que el pequeño Javier Alarcos tenía mucha imaginación y que, cuando era niño, también disfrutaba creando sus propias historias y cuentos; porque, en ocasiones, el entusiasmo de los más pequeños les impulsa a pasar horas y horas haciendo lo que más les gusta, imaginando y jugando a crear mundos ficticios con los que realmente se sienten identificados…
Fue entonces cuando comenzamos a compartir algunas de las historias que recordábamos haber inventado cuando éramos más pequeños, todos escuchábamos asombrados las creaciones infantiles de nuestros propios compañeros e incluso reflexionábamos acerca de las cosas tan bonitas que podíamos hacer siendo tan pequeños.
Jamás pensaría que fuese a contar aquella historia a mis compañeros, pero el tema de conversación había hecho que fuese muy oportuno compartir aquel cuento que realicé con nueve añitos y que me proporcionó una de las mayores satisfacciones de mi vida cuando, en el último año del siglo pasado, vi publicada mi propia creación en una revista.
Aquella historia titulada “El problema de los animales” había salido de mí interior y sentía algo de vergüenza cuando comencé a relatar la historia; pero, poco a poco, aquel sentimiento negativo dio paso a una sensación de alegría por poder compartir con todos mis compañeros de viaje algo tan propio y tan valorado por mi entorno hace casi 15 años.
Cuando me di cuenta, las palabras surgían de mis labios con mucha mayor tranquilidad y hacía llegar a todos los presentes aquella historia:
“Erase una vez un bosque enorme, en el que había un estanque con aguas cristalinas que parecían un espejo. Estaba tan lejos de ciudades y de otros pueblos que a los seres humanos no se les ocurría pasar por allí. Un día los animales que habitaban el bosque se reunieron para hablar de un gran problema que tenían. El agua del estanque se estaba agotando. Pececillo, el más pequeño del bosque y del estanque, no podía aguantar más de tres días sin agua y por eso había que evitar que el agua del estanque se agotara.
- ¿Por qué no hablamos con los habitantes del bosque vecino que está a 50 kilómetros de aquí, para que los animales nos transporten un poco de su agua?
-Jabalí: OINK-OINK, yo no estoy para tantos kilómetros.
El caracol llamado Titi muy entusiasmado dijo:
-¡Jabalí! ¿Cómo quieres que sobreviva pececillo si se agota el agua del estanque?, Además Capri, yo y todos los demás, incluyéndote a ti, necesitamos el agua.
Capri:
-Es verdad, que levante la pata, la pezuña o que saque los cuernos quien esté a favor. Todos levantaron la pata, la pezuña y los cuernos menos Jabalí. La Rana Verde que tenía un problema de tartamudez al croar dijo:
-CRO-CRO-CRO-CROAC yo sirvo de esponja, me meto en el agua, salgo y me estrujáis como un limón.
Todos fueron al estanque a ver a Pececillo. La Rana Verde se metió en el agua con Pececillo y notó como si alguien le cogiese de un anca y tirase de ella. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que había una grieta en el estanque. Ésta sacó a Pececillo y lo metió dentro de su boca. Empezó a hacer saliva para que sobreviviese. Entonces el Lobo y el Pato tuvieron una gran idea. Si pusiéramos una piedra en la grieta no se filtraría más agua y por lo tanto no desaparecería el agua del estanque. El Lobo se fue por la piedra y se la dio al Pato. Este dejó caer un poco la piedra y se montó encima de ella. Se sumergió y la colocó en la grieta. La Rana Verde echó a Pececillo al agua y empezó a nadar. Se dieron cuenta de que Pececillo estaba siendo absorbido por la grieta. El Ciervo con sus astas lo sacó rápidamente. Pececillo aleteaba en el suelo. Capri dijo con mucho miedo:
-Conejo, ve al bosque vecino, y pídeles ayuda.
El Pato, el Lobo, el Ciervo y el Jabalí fueron por veinte piedras que es lo que les ordenó el Conejo:
-Tardaré menos de dos días, os lo prometo.
Una vez que tenían las veinte piedras el pato colocó cinco en la grieta, se dieron cuenta de que el agua ya no se filtraba. De nuevo echaron a pececillo al agua, las otras quince piedras que sobraban las reservaron por si de nuevo tenían problemas. El Conejo al día y medio volvió con un Gato y con un Oso. El Gato disimulaba pero tenía muy malas intenciones. El Oso un día vio al Gato intentando comerse a Pececillo. El Oso le dijo "¡Suéltalo!".
El Gato hizo lo ordenado, pero muy enfadado. El Oso que quería hacerle una trampa al gato, hizo un pez con hojas y lo frotó con Pececillo para que quedara su olor y así engañar al gato. Después como el pez hecho de hojas estaba hueco, le metió dentro dos piedras muy duras. A continuación lo introdujo en el estanque. Como los gatos saben muy bien que cuando los peces mueren flotan, el pez hecho de piedras no podía flotar, entonces le dijo el Oso a Pececillo: Haz que has muerto y nada en la superficie del agua, el Gato creerá que estás muerto y no te aceptará, cogerá el pez hecho con piedras y lo morderá. ¡Se romperá los dientes! y no volverá a tener malas intenciones. Y efectivamente así ocurrió. El Oso contó a todos lo ocurrido. Perdonaron al gato pero Capri, Titi y Jabalí le dijeron:
-Te hemos traído para el bien de todo el bosque y para que ayudes a Pececillo y lo único que querías era comértelo. Ahora por malvado, solo podrás comer sopa sin sustancia y purés de patata.
El Gato le pidió perdón a Pececillo y los animales le dieron una medicina para el crecimiento de los colmillos.
Una semana después de lo ocurrido, un pájaro llamado El Mago de las Lluvias, llegó al bosque anunciando una gran tormenta para los próximos siete días, los animales muy contentos le pidieron al Gato y al Oso que se quedaran para siempre como también se lo pidieron al Mago de las Lluvias. Todos aceptaron, pues en su bosque les trataban mal, Capri les dijo: nosotros os trataremos bien y siempre estaremos felices. El Gato les prometió que nunca iba a hacer más travesuras ni intentar comerse a Pececillo ni a nadie. Jabalí muy contento le dijo: "Bien Gatito" y le frotó con su pezuña en la cabeza.
Titi muy contento dio la bienvenida a los forasteros que iban a vivir con ellos y organizaron una gran fiesta. Jabalí preparó su máquina fotográfica instantánea y les dijo a todos que se prepararan para la foto familiar, después se organizó la gran fiesta prometida y a partir de ese momento todos fueron felices y Pececillo con la lluvia caída tenía su estanque como nunca lo había tenido."
Cuando terminé de contar aquella historia pude ver cómo mis compañeros de viaje habían comenzado a aplaudir de aquella forma tan nuestra; una manera de aplaudir que, desde aquel mes de Septiembre del año 2009, había supuesto una ruidosa seña de identidad para nosotros.
Y, lo cierto, es que en aquel momento no pude más que agradecer a mis compañeros aquel estruendoso sonido liderado por el inconfundible palmoteo que, una vez más, surgía de la zona trasera del círculo que rodeaba la hoguera; una zona trasera en la que, normalmente, se encontraban aquellos chicos a quienes algunos habían decidido llamar cariñosamente “El frente Polisario”.
31 ene 2012
El monte de la satisfacción
Todos estábamos impacientes y pensábamos que, posiblemente, el señor Keating nos volvería a llevar a las puertas del mundo de la educación y comenzaríamos una nueva aventura; pero nuestro guía llegó acompañado de Irune y la confusión se apoderó de todo el grupo.
Ambos me sonreían mientras explicaban al grupo que aquel día iban a llevarnos al abrupto “monte de la satisfacción” y que debíamos estar preparados para saber que sería una difícil ascenso y que lo único que encontraríamos en la cima sería nuestra propia satisfacción por el esfuerzo realizado en la escalada; aunque, desde aquel momento, sentí que merecía la pena intentarlo.
Aquel monte era más empinado de lo que jamás hubiera supuesto en un principio y, sinceramente, en ese preciso momento veía a otros compañeros mucho más preparados para llegar a la cima; así que, en un primer momento, me quise plantear aquella escalada como una aventura que debía llevar a cabo poco a poco y sin objetivos secundarios.
Parecía que estábamos ante el inicio de un largo trayecto, pues desde la base del monte de la satisfacción no éramos capaces de ver la cima y no sabíamos que nos podría deparar el destino; pero Irune y el señor Keating nos avisaron de que aquella escalada nos haría recordar todo cuanto habíamos vivido desde que comenzamos nuestro viaje hacia el mundo de la literatura.
Enseguida me puse en camino acompañado de algunos de mis compañeros mientras veíamos cómo otros se quedaban atrás con la firme intención de comenzar más tarde el ascenso; nuestros primeros pasos eran lentos y algo torpes, parecíamos algo confusos y ni siquiera sabíamos hacia dónde debíamos dirigirnos, pero pronto llegamos a un lugar que evocaba las calles de la literatura infantil y el puerto rodeado por el mar de letras.
Tenía una sensación algo extraña, pues caminaba con paso firme junto a unos compañeros que, a pesar de seguir a mi lado, parecían tomar diferentes rutas hacia un mismo destino; así que continué caminando y pronto entendí que aquel ascenso por el monte de la satisfacción no era más que el recuerdo de mi propia aventura.
Ahora lo entendía todo… ¡¡¡Cada uno de nosotros había comenzado una aventura que, a pesar de afrontar juntos, llevamos a cabo de forma individual!!! ¡¡¡Comprendí que nuestra única compañía había sido siempre el propio afán de superación y el deseo de completar de forma digna aquel viaje!!! ¡¡¡La escalada por el monte de la satisfacción no era más que una ilusión en la que cada uno estaba reviviendo su propio viaje!!!
Según avanzaba por aquel monte iba recordando cada una de las sensaciones y sentimientos que me habían acompañado durante el viaje, rememoraba los lugares por los que había pasado y notaba como el caminar se hacía más rápido; pero lo que realmente me sorprendió fue darme cuenta de que aquella aventura se había convertido en un refugio para mí… ¡¡¡Era la manera en que conseguía evadirme de mis problemas y preocupaciones!!! ¡¡¡La forma en que me sentía algo mejor conmigo mismo!!! ¡¡¡El único modo de liberarme y de poder decir muchas cosas sin necesidad de decirlas!!!
Continué avanzando mientras pensaba en lo mucho que me había aportado aquel viaje y en la fuerza que me había proporcionado la aventura durante unos meses muy duros para mí; así que, cuando durante mi escalada recorrí el último de los pueblos que llevaban al mundo de la literatura, mi objetivo cambió radicalmente…
Ya había ascendido bastante, estaba en el punto del monte de la satisfacción en el que muchos de mis compañeros decidirían quedarse, en aquel lugar que recordaba al pueblo de los grandes literatos y en el que se encontraba la entrada al mundo de la literatura; pero yo necesitaba seguir avanzando, necesitaba sentirme bien conmigo mismo y pensar que, en ocasiones, el esfuerzo trae consigo una recompensa…
Desde aquel momento me propuse llegar a lo más alto de aquel monte y seguir el viaje hasta lo más alto para que la satisfacción que había supuesto aquella aventura, siguiese presente para siempre; deseaba poder sentir que aquel viaje con el que tanto me había identificado se convertía en algo inmortal y que era capaz de conseguir grandes cosas a pesar de aquellos pensamientos negativos que me habían invadido al principio…
¿¿Estaría la clave en el esfuerzo?? ¿¿Sería imprescindible disfrutar de aquel viaje para alcanzar el éxito?? ¿¿Podría ayudar la propuesta de un objetivo más definido y ambicioso?? ¿¿Acaso sería mi deseo de dedicar la conquista de mi objetivo personal lo que me ayudaba a seguir escalando?? ¿¿El hecho de seguir creciendo personalmente era un impulso tan fuerte como parecía??
Cuando me quise dar cuenta, aquella aventura me había absorbido demasiado; se había convertido en un refugio para mí, en una oportunidad para demostrarme a mí mismo que podía conseguir grandes cosas y que a través del esfuerzo y del cariño por algo se puede llegar muy lejos…
El trayecto por el mundo de la literatura me aportaba esa pequeña dosis de felicidad que necesitaba en aquel momento y conseguía aliviarme de otros pensamientos; y aunque algunos de mis compañeros comenzaron a ver en todo aquello una “locura transitoria”, otras muchas personas comprendieron que aquel ascenso hacia la cima del monte de la satisfacción no era más que una forma que había encontrado para sentirme muchísimo mejor en esos momentos.
Los últimos metros fueron bastante duros, me sentía incomprendido por algunos de mis compañeros e incluso las críticas y las burlas me hicieron dudar en algunos momentos; pero entonces recordé el vídeo de Muhammad Ali y comprendí que yo debía seguir luchando por aquello que me había propuesto y que no debía dudar de lo que estaba haciendo, pues mi meta no estaba basada en la ambición, la codicia o el afán de protagonismo, sino en un reto personal que me haría sentir mejor y que me serviría para poner el broche de oro a una aventura inolvidable.
¡¡¡Al fin llegué a la cima!!!
En lo más alto me esperaban el señor Keating, Irune y muchísimos compañeros que habían comprendido los motivos que me habían hecho perder un poco la cabeza en aquella aventura; sentía que todos se alegraban muchísimo por mí y hubo abrazos y felicitaciones por el trabajo bien hecho, pues finalmente todos comprendieron que aquella escalada se había convertido en algo necesario para mí a nivel personal.
Y en aquel momento de satisfacción recordé a aquellas personas que me habían entendido desde el primer momento y a las que había dejado de dedicar un tiempo importante para conseguir un objetivo personal; unas personas que me habían apoyado a pesar de tener que verme inmerso en una aventura que me había apartado temporalmente de ellas y a las que quiero dedicar el premio final de este impresionante viaje.
Por eso debo agradecer el apoyo y la comprensión de mis padres, de mis abuelas, de mi primo Francisco y de algunos amigos a los que no he podido dedicar el tiempo que merecían estos últimos meses (en especial David, Jaime, Cris, Miriam y el resto de “mis niñas” criptanenses); también es necesario destacar el imprescindible apoyo de Rosa desde hace algunos años o la fuerza que me han dado desde algún lugar desconocido esos dos abuelos que, desde pequeñito, me han enseñado que el esfuerzo es imprescindible para alcanzar los objetivos propuestos.
Pero también quiero destacar la confianza que siempre ha tenido en mí una persona muy importante que, probablemente, me vea mejor de lo que realmente soy; una persona muy testaruda que me anima a seguir escribiendo y que me hace querer mejorar día a día.
Finalmente, me gustaría también destacar la paciencia de algunos compañeros (en algunos casos amigos) de viaje que han visto cómo los últimos meses he estado mucho más ausente y que han hecho que esta aventura resultara menos dura.
Por todo ello, y ahora que me he dado cuenta de que mi satisfacción está en poder dedicaros el fruto de mi trabajo… ¡¡¡Muchas gracias a todos!!!
20 ene 2012
Con "G"... ¡¡De glíglico!!
Ya era tarde y, probablemente, los demás estuvieran desde hace horas durmiendo en el alojamiento que utilizábamos en aquel mundo de la literatura, así que decidimos buscar el camino de vuelta y seguir reflexionando mientras caminábamos; pero la oscuridad de la noche nos provocaba cierta desorientación y no teníamos ni la más mínima idea de qué camino debíamos coger hasta que, en un cruce de caminos, escuchamos una voz argentina canturreando algo que no podíamos entender…
Pronto apareció la figura de aquel hombre que seguía hablando solo, era como si no se hubiese percatado de nuestra presencia; así que decidimos acercarnos para preguntarle cómo podíamos regresar, pero aquel misterioso señor comenzó a reírse mientras nos preguntaba si éramos nosotros aquellos dos “niños perdidos” que se habían separado del grupo de su querido amigo Keating…
¡¡¡Estábamos ante el autor de “Rayuela”!!!
Ambos habíamos leído el fragmento de aquella obra en la que el señor Cortázar se inventaba un idioma propio conocido como “glíglico”; un idioma que yo jamás hubiese sido capaz de entender si, algún tiempo atrás, mi compañera no me hubiese explicado la importancia de intentar entender las ideas de otras personas y de esforzarse por comprender aquello que se nos quería decir…
Parecía complicado, pero lo único que se necesitaba para conseguir comprender el “glíglico” era abrir un poco más la mente, prestar atención y dejar volar la imaginación.
En aquel momento comprendimos que estábamos ante una oportunidad única y decidimos aceptar la propuesta del señor Cortázar; así que decidimos preguntarle cómo había encontrado la motivación para llegar a crear aquel extraño idioma…
Nada más terminar la pregunta, Julio Cortázar sonrió y nos dijo que una buena amiga le contó en una ocasión la historia de unos niños y que, a raíz de eso, había decidido crear su propio idioma:
“Cierto día, en un patio poco conocido, de un colegio cualquiera, una pareja de niños se hallaba enfrascada en lo que parecía una interesante conversación.
Se encontraban un poco alejados del resto del grupo, agazapados tras un pequeño arbusto, hablando en voz bajita… ¡muy bajita!, y de vez en cuando, furtivas miradas se dirigían al resto de grupo en cuestión…
- ¡Tino, tino!, tiatisi tino tipotidetimos tilletivar tia ticatibo tiel tiplan, tiportique tisi tino titotidos tise tivan tia tientitetirar… -decía Beita- titetinetimos tique tienticontitrar tia tialtiguien tique tiatipotiye tinuestitro tiplan…
- ¡CeQue ceno ceBeíceta! ceTu ceescecucecha cemi ceplan… cetraicego ceel ceracetón ceen cela cemocechicela, cey cecuancedo cetocedo ceel cemuncedo cese cehaceya cesencetacedo… ¡celo cesuelceto! – replicaba muy resuelto Javierito…
- TiPetiro tiJativitietiritito, tiel tiratitón tihatice tiruitido, ¡tiy tilo tivan tia tiotiir!, titentidrítias tique tientitrar tien ticlatise ticuantido titotido tiel timuntido tiestitutivitietise tisentitatido,ti y tisi tila tiprotife tientitra tiantites tique titú, ¡tino tipotidrás!
- ¡CePocerras ceBeceíceta! ceDecebeceríceacemos ceir cea cehaceblar cecon ceticeta ceIcerucene, ceecella cesacebrá cecócemo cepoceder ceaceyucedarcenos, ceporceque ceme cehuecelo ceyo… ceque ceesceto cede celas cetrascetacedas cele cegusceta cetanceto cea ceecella cecocemo cea cenocesocetros…
Y dicho y hecho, Beíta y Javierito abandonaron su cómodo y secreto rincón para ir en busca de Tita Irune; pero no podían imaginar que, al salir de allí, algunos de sus compañeros les estaban esperando para cortarles el paso y enterarse de aquello que habían estado tramando.
- ¡¡Voposopotrospo nopo tepenépeispi nipi ipidepeapa!! – Dijeron los dos pequeños a la vez.
- ¡¡¡Ya estáis otra vez diciendo cosas raras!!! ¡¡¡Parad de una vez!!! – Respondieron sus compañeros.
En ese momento, Tita Irune llegó y vio lo que estaba pasando; así que pregunto a aquellos niños por qué molestaban a Beíta y Javierito.
- ¡¡¡Están hablando cosas raras… ¡¡Seguro que traman algo!!!
- etognemog artogseuvog rirbogaog euqog siénogetog. – Dijo Irune.
Al oír a Tita Irune hablar de aquella forma tan extraña, el resto de niños huyeron despavoridos mientras se quejaban; pero Beíta y Javierito comenzaron a reír ruidosamente…
- Ogoglaog ramogartog arogapog seog onog isog siécogahog olog acognuNog ??amogoidogiog ortogseuvog neog odognalbogahog siátogseog éuqog roPoG¿¿ - Preguntó Irune a los pequeños traviesos.
- CeVecerás… ceEs ceque ceJavierito cey ceyo cehecemos cepencesacedo ceque… - Comenzó diciendo Beíta.
- ¡¡TiUntia tiratita!! – Continuó Javier.
- ??atogarog anogUoG¿¿ - Preguntó Tita Irune sorprendida.
- CeSí… ceEs ceque cehecemos cepencesacedo ceque cepocedícea ceser cediceverceticedo cey cegracecioceso cemeceter ceucena ceraceta ceen ceclacese… ¡¡¡ceA cever cequé cehacecen celos cecomcepaceñeceros!!! – Respondió la niña.
- ilogiMog yog ilogiPog omogocog sioSog !!!?heog¿ ogoglaog odognamogartog erpogmeiSoG¡¡¡
- Porpofiiiiipi… - Suplicaron los pequeños a la vez.
- !!!ZEVog ATogSEog ROPog OLogOSog ORogEPog¡¡¡ …arogusogevogartog alog reogcahog siédogopog …neibog átogsEoG
Y, de esta forma, los dos niños fueron muy contentos en busca de su pequeño ratoncito…”
¡¡¡El señor Cortázar también era amigo de Irune!!! Parecía que en aquel mundo de la literatura todos se conocían y compartían multitud de experiencias, y aquella anécdota que ni siquiera había vivido en primera persona le había servido a Julio Cortázar como inspiración a la hora de crear su propia obra literaria… ¡¡¡Era impresionante observar cómo una idea puede salir de cualquier lugar y en cualquier momento!!!
Era bastante tarde y, tras aquella historia, el señor Cortázar nos invitó a volver junto con el grupo y dormir unas horas, pues apenas tendríamos tiempo para descansar aquella noche; así que, muy amablemente, nos dijo cómo debíamos volver a nuestro alojamiento y comenzó a caminar en dirección contraria hasta desaparecer entre las sombras…
Sin apenas darnos cuenta, Bafy y yo volvimos a vernos caminando y charlando sobre aquel último episodio que habíamos vivido en el mundo de la literatura…
Y ahora, haciendo un pequeño paréntesis en nuestra aventura por el mundo de la literatura, me gustaría explicar qué nos ha llevado a realizar una entrada conjunta y qué consideramos importante destacar de esta magnífica experiencia que hemos vivido Bea y yo; por lo que, para ello, hemos decidido realizar una reflexión conjunta pensada y diseñada por los dos y en la que se mezclan nuestros diferentes estilos literarios:
Suponemos que, por lo general, la mayoría de la gente ha entendido siempre la creación literaria como una actividad individual; de hecho, incluso nosotros la habíamos entendido de esa forma durante mucho tiempo. Pero, a veces, de una simple conversación surge la idea que te hace entender que, quizás, el planteamiento que tenías acerca de algo era equivocado.
Y esto es, precisamente, lo que nos ha pasado con la literatura…
Porque, de repente, nos pudimos dar cuenta de que el hecho de haber realizado una entrada conjunta no era simplemente una idea original…
Conforme pasaba el tiempo nos íbamos dando cuenta de que la literatura aceptaba perfectamente el trabajo en equipo, así que comenzamos a percibir la creación literaria de forma distinta a como la habíamos planteado hasta ese momento; de repente nos vimos mucho más sueltos, entendimos que incluso el estilo literario de dos personas puede llegar a entremezclarse hasta conseguir algo único y divertido e incluso comprendimos que se podían pasar grandes momentos creando literatura en buena compañía.
Entonces observas que las palabras y las ideas que surgen no sólo te hacen disfrutar de la actividad, sino que son capaces de fortalecer los lazos de la amistad e incluso te sirven para conocer aún mejor a esa persona que tienes al lado…
Y es que, si lo pensamos fríamente… ¿¿Por qué no utilizar la creación literaria para conocer mejor a tus seres queridos?? ¿¿Qué tiene de malo el hecho de emplear la literatura para enseñar a la gente a trabajar en equipo de una forma mucho más agradable?? ¿¿No os parece que debemos olvidar ciertos prejuicios y abrir un poco más nuestra mente en relación a la literatura??
Porque la palabra escrita deja constancia de todo este proceso llevado a cabo… y por más que leemos y releemos lo escrito, no podemos hacer otra cosa que sonreír… ¡¿Meter un ratón en clase?!... ¡vamos!, seguro que eso no es cierto… ¡pues sí! Personajes verídicos, para historia más que cierta, pero… ¿¿cómo se nos ocurrió llevarlo a cabo?? ¡¡Fácil!! ¿Comienzo de la historia?... ¡Una palabra!: GLIGLICO… pero qué porras es eso??? Respuesta… ¡jolín! ¿pero es que nunca te has inventado un lenguaje secreto que solo quien tu quisieras pudiera conocer¿¿??
¡BIENVENIDOS A NUESTRAS HISTORIAS CONTADAS EN CLAVE G! (G…de Glíglico!!!).
La importancia de educar en el amor...
Paula nos enseña algo importante...
Habíamos vuelto a reunirnos todos para devolver los libros que elegimos para pasar unas horas y nos disponíamos a dejar atrás aquella instalación rodeada de hermosos paisajes; pero, cuando estábamos a punto de salir, el señor Keating llamó a una pequeña que estaba jugando por aquellos jardines.
Paula se acercó sonriendo, y el lacito rojo de su pelo le daba un aire aún más inocente a aquella niña que traía consigo el libro “Ser princesa no es un cuento”.
Lo cierto es que la chiquilla de la portada se parecía misteriosamente a la pequeña Paula y, ante la insistencia de la niña en leernos su libro, entendimos que quizás alguien había decidido “regalar” a aquella pequeña su propia historia…
Porque Paula siempre había soñado con ser la princesa de un cuento, pero jamás se había parado a pensar en los inconvenientes que eso le conllevaría hasta que, una noche, su mamá le estuvo explicando por qué no querría convertirse en esas princesas con las que soñaba.
La bella durmiente, la cenicienta, Rapunzel, Blancanieves e incluso la sirenita… ¡¡¡Convertirse en cualquiera de ellas traía consigo muchos inconvenientes que hacían a Paula replantearse la situación!!!
Pero, como a veces nos suele pasar a todos, Paula no estaba dispuesta a renunciar a sus deseos; quería ser una princesa a toda costa y preguntó impaciente cuál podría llegar a ser…
Claro… ¡¡¡La princesa Paula!!! Su mamá le había recordado que, quizás, la más bonita de todas las princesas era ella misma...
En ese momento Paula cerró el libro y comenzó a dar saltitos de alegría mientras nos preguntaba qué princesa nos gustaba más, era feliz considerándose una princesita y soñando con el príncipe que algún día conquistaría su corazón; pero lo más importante era que, con aquel libro, había entendido que ella no tenía nada que envidiar a ninguna de las otras princesas.
Y… ¿¿A cuántos adultos no nos pasa en ocasiones esto?? ¿¿Por qué muchas veces nos empeñamos en ser como otra persona o deseamos parecernos a algún personaje de ficción?? ¿¿Acaso no nos damos cuenta de que lo más importante de una persona es conservar su propia esencia?? Aquella niña nos había hecho entender que no había nada mejor que parecerse a uno mismo y que, si nos lo proponíamos, nosotros también podíamos llegar a convertirnos en valientes príncipes o bellas princesas.
Era interesante ver cómo una niña tan pequeña podía ser capaz de sorprendernos y de darnos lecciones tan importantes a los adultos pero, si lo pensábamos bien, esto es lo que nos iba a suceder en numerosas ocasiones en nuestra futura profesión.
¿¿Y no es verdaderamente bonito ver que incluso alguien tan pequeño nos puede aportar tantas cosas?? ¿¿Realmente no deseamos ver cómo, en ocasiones, serán los niños los que nos eduquen a los maestros??Pensadlo bien y aprovechad la oportunidad que nos brinda nuestra profesión, porque incluso de la inocencia de los más pequeños podremos sacar siempre algo que nos haga mejorar como personas y como educadores…
19 ene 2012
Un encuentro inesperado...
La historia de la serpiente y la luciérnaga nos había dejado muy buen sabor de boca la noche anterior, pero el nuevo día había despertado en nosotros nuevas inquietudes que ni siquiera éramos capaces de precisar; comenzábamos a sentirnos inquietos e impacientes cuando, de repente, el señor Keating apareció proponiéndonos visitar una biblioteca.
¡¡¡Eso era, precisamente, lo que nos quedaba por conocer!!! ¿¿Cómo no nos habíamos dado cuenta de que un viaje por el mundo de la literatura no sería completo sin la visita a una biblioteca??
En aquel momento desapareció esa inquietud con la que nos habíamos despertado y nos dirigimos alegremente a una biblioteca; era un enorme edificio situado en un bello paraje natural, había un pequeño lago con cisnes y multitud de zonas ajardinadas con árboles y flores…
¡¡Un lugar perfecto para disfrutar de la lectura en soledad o en buena compañía!!
Al entrar, nos extrañó ver a multitud de personajes literarios, pues pensábamos que sólo existían algunos de ellos y que, la gran mayoría, eran ficticios; pero en aquel lugar pudimos observar que el hecho de haberse convertido en protagonistas de diferentes historias, había hecho que aquellos héroes, princesas y demás personajes hubiesen tomado la literatura como una de sus aficiones.
Y allí estaba yo, recorriendo una estantería con los ojos y buscando una obra que me llamase la atención cuando, de repente, observé un libro que ya había leído anteriormente; se trataba de “El caballero de la armadura oxidada”…
En ese momento escuché una voz que me recomendaba la lectura de aquel libro, me di la vuelta y pude ver a un hombre corpulento que me sonreía mientras me alcanzaba el libro; pensé que sería bueno hacerle saber que se trataba de una obra que ya había leído y que simplemente me había llamado la atención verla de nuevo, pero insistió en acompañarme a los jardines exteriores a leer su propia historia…
¡¡¡Claro, era el caballero de la armadura oxidada!!! Jamás había hablado con un personaje literario, pero aquella experiencia me hizo sentir muy bien y decidí aceptar… ¿¿Con quién podría repasar las aventuras de un libro mejor que con su propio protagonista?? ¡¡¡Debía aprovechar aquella oportunidad única!!!
Pasamos unas dos horas leyendo el libro y el tiempo se nos había pasado volando, pues a pesar de ser una obra bastante breve, en su interior había multitud de cosas interesantes; aunque lo realmente inolvidable era el estar recordando los acontecimientos que se detallaban en el libro con el propio protagonista…
El caballero comenzó explicándome que, a lo largo de la vida, todos debíamos enfrentarnos a nuestros propios miedos y que, como le pasó a él mismo en el pasado, a todos nos encierra alguna vez nuestra propia armadura; pero que lo realmente importante era ser capaces de liberarnos de ella…
En aquel momento entendí que lo realmente importante era el hecho de afrontar los miedos sin que nuestra propia armadura se convirtiera en una prisión, pudiendo desprendernos de ella una vez hubiésemos afrontado nuestros problemas; pues, de lo contrario, jamás podríamos volver a disfrutar del calor de unos labios que nos besan, del frío de la mañana azotando nuestro rostro o del suave aroma de las flores en primavera.
Porque, si permitíamos que nuestros miedos nos impidiesen quitarnos la armadura, jamás volveríamos a sentir dolor; pero tampoco volveríamos a disfrutar de la vida plenamente e incluso podríamos llegar a convertirnos en desconocidos para las personas que más queríamos…
Estaba pensando en aquella pequeña historia que había creado en la “fábrica de sueños” y en cómo aquel caballo salvaje debió enfrentarse a sus miedos para poder disfrutar de su vida, pero el caballero interrumpió mis pensamientos y continuó hablando; decía que muchas personas se ponían su propia armadura por miedo y por el deseo de mostrarse a los demás mejores de lo que realmente eran o, mejor dicho, mejores de lo que realmente se consideraban…
Fue en ese instante cuando recordé aquellos momentos en los que yo mismo me había puesto esa pequeña coraza con la que evitar que me dañaran y cuando pude reflexionar sobre la multitud de veces que me había protegido con una armadura que no me permitía sentir dolor pero que tampoco me daba opción a percibir el dolor ajeno; porque todos tenemos momentos de debilidad, pero el caballero me había enseñado que si no nos valoramos a nosotros mismos, nadie sería capaz de valorarnos y, lo que es aún peor, no seríamos capaces de cuidar de las personas a las que amábamos.
Y eso es algo que a cualquier persona debe hacer reflexionar y reaccionar, porque si hay algo capaz de cambiar a un ser humano es el amor y el deseo de proteger a sus seres queridos…
El propio caballero recordaba cómo estos sentimientos habían provocado su deseo de emprender una complicada aventura por el Sendero de la Verdad, un viaje en el que acabaría conociéndose y amándose a sí mismo a través del trayecto por una ruta llena de multitud de obstáculos que le hacían sentir temor ante aquello que desconocía y que pudiera provocarle cualquier tipo de dolor.
De esta forma, guiado por el famoso mago Merlín y con la ayuda de una ardilla y una paloma, el caballero tuvo que enfrentarse a una serie de obstáculos que se encontraba en diferentes castillos que debía cruzar hasta llegar a la cima de la verdad.
Así, en el castillo del silencio, el caballero encontró a su verdadero “yo” y entendió la necesidad de sentir en ocasiones ese silencio y soledad con la que llegar a conocerse mejor y dejar caer las barreras que se había puesto para que todo el mundo viese únicamente lo mejor de sí mismo.
En el castillo del conocimiento, nuestro héroe pudo llegar a la conclusión de que, en ocasiones, el amor se convertía en necesidad y que con la autocompasión no podría llegar a ningún lado; además, entendió que no podía pasar toda su vida intentar agradar a la gente y que él debía ser el primero en aceptarse tal como era.
Pero… ¿¿Qué caballero no se enfrenta alguna vez en sus aventuras a un dragón??
Lo más duro estaba por llegar, y en el castillo de la voluntad y la osadía, nuestro protagonista debió enfrentarse al dragón del miedo y la duda; un dragón que le hizo plantearse la retirada y que lleno de dudas su camino, pero al que se enfrentó con osadía y al que venció a través de la voluntad y del valor que le aportaba el hecho de saber que sus propios miedos no eran más que simples ilusiones…
Tras esta complicada batalla, el caballero comenzó a subir hacia la cima de la verdad y, en su camino, se fue aferrando a esas pequeñas rocas y salientes que representaban todo aquello que conocía, tenía miedo de caer a un vacío infinito que representaba lo desconocido y que le hacía no aceptar sus propias responsabilidades; pero, finalmente, el caballero entendió que la única forma de ser feliz y de librarse definitivamente de su armadura era afrontando su propia vida sin temor y con ilusión.
Realmente el caballero debió luchar muchísimo contra sus propios miedos e inseguridades para poder disfrutar plenamente de su vida y tuvo que conseguir algo tan difícil como es valorarse a sí mismo; pero, antes de marcharse, me reconoció que todo el esfuerzo había merecido la pena para disfrutar de esa nueva vida junto a su familia y poder percibir de nuevo el amor en los ojos de su esposa y la ilusión en la sonrisa de su hijo.
Habían sido unas horas geniales junto a aquel caballero y, probablemente, el hecho de analizar aquella historia junto a su protagonista me hubiese marcado para siempre; pues, desde aquel momento, me propuse intentar dar lo mejor de mí mismo sin armaduras, mostrándome tal como era y valorándome sin temor a que los demás no me aceptaran…
15 ene 2012
¡¡No dejes de brillar!!
14 ene 2012
La creatividad de los "sabios"...
Aún recordaba el placer que había sentido la pasada noche al crear aquellas poesías y los recuerdos que se agolpaban en mi mente cuando las escribía; así que, cuando el señor Keating nos informó de que aquella noche volveríamos a reunirnos para realizar creación en prosa, noté una extraña sensación agradable recorriendo mi espalda.
Por segundo día consecutivo, hasta que llegase la noche, teníamos tiempo libre para disfrutar del mundo de la literatura como mejor nos pareciese; así que los chicos decidimos convocar uno de esos “consejos de sabios” que tanto tiempo llevábamos sin disfrutar…
Y allí estábamos, de nuevo, aquellos seis chicos que poco a poco habíamos ido forjando una amistad; seis personas que se mostraban apoyo mutuo, que disfrutaban de los buenos momentos juntos e incluso habían sido capaces de superar situaciones difíciles y circunstancias adversas hasta conseguir formar un peculiar equipo.
Nuevamente nos vimos disfrutando de los placeres gastronómicos y reflexionando sobre infinidad de temas tan profundos como... Bueno… ¡¡¡Reflexionando sobre infinidad de temas!!!
Porque, a pesar de esta pequeña broma, en ocasiones nos salíamos de aquel tópico establecido para las conversaciones masculinas y nos convertíamos en filósofos principiantes que reían de la multitud de tonterías y barbaridades que podían llegar a decir.
Poco a poco la tarde había alcanzado su fin, pero ninguno de nosotros se había dado cuenta de que el resto del grupo nos estaría esperando junto a Irune y al señor Keating; así que, tan rápido como pudimos, pusimos rumbo hasta el lugar pactado y tomamos asiento junto a algunas compañeras que nos miraban con recelo por el abandono sufrido anteriormente…
Cuando llegamos, Irune estaba diciendo que un buen truco para repasar las actividades de creación era leerlas en voz alta; pues, de esta forma, la lectura era mucho más lenta y podríamos fijarnos mejor en los pequeños detalles que se nos pudieran escapar con la lectura mental.
Aunque, en esta ocasión, pudimos recibir algunos consejos más como puede ser el hecho de aceptar el error como una posibilidad para aprender y mejorar o la importancia de ser capaz de autoevaluarse para ser crítico y justo con uno mismo; pero lo realmente divertido estaba aún por llegar y, tras aquellas sugerencias, comenzamos a realizar juntos la creación de algunos textos en prosa…
Y la primera propuesta fue realizar una escritura automática en la que, cada cierto tiempo, se nos daría una palabra que debíamos intentar introducir de forma coherente en el texto; lo cierto es que me resultó un poco complicado comenzar pero, en cuanto comencé a escribir, las palabras fueron surgiendo solas y las ideas iban apareciendo en el papel con una facilidad asombrosa:
“Era una tarde más en aquella pequeña habitación en la que nos reuníamos muchos Lunes.
No faltaba la Coca-Cola, los apuntes encima de la mesa, ni aquellas bromas que los cuatro solíamos gastarnos; pero, esta vez, la conversación había tomado un tinte mucho más serio y nuestra compañera nos hablaba de su visión sobre la mala organización escolar que había en el colegio de sus hermanos. Estábamos preparándonos para ser maestros y todo aquello nos resultaba interesante…
La conversación era entretenida y todos dábamos nuestro punto de vista sobre el tema hasta que, de repente, un pequeño escarabajo apareció haciendo que los gritos femeninos terminasen con la conversación; pero Paquito lo metió en una pequeña caja de cerillas decidido a soltarlo posteriormente en los jardines de la universidad, era una gran persona que tenía por bandera el respeto a los animales y el amor por la naturaleza.
Al salir de aquella pequeña habitación, dejamos al animalito encima de una piedra y nos entretuvimos hablando; era bastante tarde y la universidad iba a cerrar cuando, de repente, apareció el bedel y nos amenazó con sacarnos a escobazos si no salíamos cuanto antes…
En ese momento, el miedo nos invadió y salimos corriendo hacia la salida como si de una competición olímpica se tratase.”
De aquella escritura automática salieron infinidad de textos, algunos de ellos muy interesantes; pero la creación literaria en prosa debía continuar, así que Irune decidió que podíamos brindar un pequeño homenaje a Luis Piedrahita, conocido como “el rey de las cosas pequeñas”, y escribir un texto en el que nos pusiéramos en el lugar de un objeto cotidiano.
http://www.luispiedrahita.com/
“Una vez más me veía en aquel lugar estrecho e incómodo, rodeado de algunos a los que consideraban más valiosos y de otros a los que incluso cuidaban menos que a mí; estaba oscuro y la presión me asfixiaba tanto que decidí evadirme en mis propios sentimientos…
Había viajado por muchos lugares de Europa y vivido experiencias inimaginables, había podido observar cómo la gente se peleaba por poseerme y había escuchado secretos inconfesables; pero mi vida seguía estando vacía y no encontraba mi lugar en aquel desagradecido mundo.
¿¿Acaso no se daban cuenta de lo incómodo que era sentirse un simple objeto de intercambio?? ¿¿Por qué no pensaban en lo mal que me encontraba cada vez que me enrollaban para acercarme a aquel maldito polvo blanco?? ¿¿De verdad nadie escuchaba mis gritos de súplica cada vez que mi dueño se entretenía doblándome una y otra vez y arrugándome sin preocuparse de mis sentimientos??
Estaba pensando en aquella vida que me estaba tocando vivir y en el hecho de sentirme como un simple objeto de intercambio cuando, de repente, aquella luz cegadora apareció una vez más; alguno de nosotros volvería a cambiar de compañeros y una nueva persona sería la que guiase su destino. La incertidumbre se apoderaba de todos cada vez que nuestra prisión se abría dejando paso a la luz del Sol...
¡¡Y esta vez me había vuelto a tocar a mí!!
Había cambiado de dueño en multitud de ocasiones, pero todavía sentía cierto miedo e ilusión cada vez que veía cómo una nueva mano me recogía; habían sido tantos traspasos que, el simple tacto de la piel humana me hacía saber el tipo de vida que llevaría durante los siguientes días, horas, semanas o meses…
Pero esta vez estaba siendo muy extraño… Su piel era suave y desprendía amor, me tocaba con cariño y cuidado; como si tuviese miedo a hacerme daño o a romper una de mis delicadas esquinitas…
Entonces pude escuchar a aquel niño tan pequeñito mirándome con sus ojos brillantes, con una sensación de inmensa alegría y orgullo por haber sido capaz de ahorrar aquel primer billete de 20 euros que acababa de cambiar a su padre por infinidad de monedas a las que había dejado de valorar; pero ese ya no era mi problema y yo estaba feliz porque, por fin, me había convertido en algo importante, en un billete al que un niño tan pequeño había cogido tantísimo cariño que decidió quedarse conmigo para siempre.
Por primera vez había dejado de ser un objeto de intercambio para convertirme en algo significativo para alguien y, desde aquel momento, pasé el resto de mis días en una cajita junto con otros objetos de valor con los que hice una gran amistad y compartí multitud de anécdotas y experiencias del pasado; descansando y disfrutando de una nueva vida cuyos mejores momentos eran aquellos en los que mi nuevo dueño abría la cajita para contemplar con admiración todos los recuerdos que en ella había guardados…"
Y tras haber realizado multitud de historias sobre los objetos más cotidianos que podamos llegar a imaginar, llegó el momento de terminar aquella impresionante reunión en la que, bajo la luz de las estrellas, habíamos dejado volar nuestra imaginación.
12 ene 2012
Creando poesía entre homenajes
Allí estaban Colmillitos y Bafy, sonriendo y comentando la cara de sueño que tenía; pero enseguida entraron en la habitación Queco y Wici diciéndome que todos estaban esperándome para desayunar.
El señor Keating les había dicho que podíamos investigar durante todo el día por nuestra cuenta y que intentásemos disfrutar de nuestro tiempo libre porque, por la noche, volveríamos a ver a Irune para contar historias y hacer algunas creaciones literarias.
Me duché rápido y salí de mi habitación para ir a desayunar, pero Chijquín se había levantado temprano y me esperaba con Isabelina junto al ascensor; habían recordado que siempre me perdía para llegar al comedor y decidieron esperarme para ir juntos.
Durante el desayuno, intentamos ponernos de acuerdo sobre cómo emplear el día libre que nos había concedido el señor Keating; pero no había manera de pactar un plan común, así que Belexu y Truli fueron las primeras en abandonar el comedor para ir de compras por aquel maravilloso mundo.
Tras la marcha de nuestras dos compañeras, los demás decidimos simplemente pasear por aquel universo de fantasía hasta la hora de comer en la que nos volveríamos a reunir todos con el señor Keating.
Pudimos ver muchísimas cosas durante la mañana pero, tras la comida, el grupo terminó por disolverse aún más. Nuestro perezoso “Mentalista” consiguió convencer a “Guasas” para disfrutar de una buena siesta bajo la sombra de una palmera, mientras que algunos otros compañeros se decantaron por la opción de Poluchi y Regofol de ver una película…
Por otra parte, Trébol y yo decidimos disfrutar de una nueva tarde de charla y bromas; podíamos pasar horas y horas hablando y riendo juntos, así que fuimos al lugar en el que todo el grupo debía presentarse por la noche y decidimos esperar allí a que todo el mundo llegara.
Ni siquiera nos habíamos dado cuenta de la hora cuando, de repente, llegaron las inseparables Roxy y Rolas; tras ellas irían llegando poco a poco el resto de compañeros de viaje, Irune y el señor Keating.
Una vez estuvimos todos juntos, Irune nos dio algunos consejos que debíamos utilizar a la hora de crear poesía; insistió en que, en ocasiones, debíamos olvidarnos de la rima y dejar fluir nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras ideas de forma natural.
Y es que, si lo pensábamos bien, crear poesía era jugar con el lenguaje y con los recursos literarios, utilizando una serie de estrategias poéticas; pero lo realmente importante era intentar disfrutar de aquello que íbamos a hacer…
amigo fiel, paciente y comprensivo.
Un perro es hermano;
hermano protector, cariñoso y confidente.
Un perro es compañero;
compañero de alegrías, de paseos y juegos.
Un perro es buen maestro;maestro que aprende y, sobre todo, enseña.
Durante toda la noche pudimos escuchar multitud de poesías de todos los compañeros, muchas de ellas muy interesantes, e incluso tuvimos la oportunidad de realizar creaciones poéticas entre todos nosotros; fue algo muy interesante que me había llamado la atención, así que, al volver de nuevo a nuestro alojamiento, decidí continuar con algunas de las técnicas y estrategias propuestas para crear poesía…
Tras unas cuantas horas, finalmente decidí dormir y descansar para el día siguiente; aunque, antes de meterme en la cama, quise repasar aquellas creaciones que acababa de completar:
¿¿Por qué me amas??
Porque haces que desee superarme…
¿¿Por qué deseas superarte??
Porque quiero ser perfecto para ti…
¿¿Por qué quieres ser perfecto??
Porque temo perderte…
¿¿Por qué temes perderme??
Porque no imagino mi vida sin ti…
¿¿Por qué no imaginas tu vida sin mí??
Porque ver tu carita es lo que me da fuerza…
¿¿Por qué te da fuerza ver mi cara??
Por tu mirada, que hipnotiza…
¿¿Por qué hipnotiza mi mirada??
Porque me recuerda la belleza de vivir,
La belleza de vivir persiguiendo un sueño...
¡¡¡Un sueño del que, pase lo que pase, no quiero despertar!!!
Mágica
Admirable
Divertida
Romántica
Impresionante
Distinguida
¿¿Qué es amar??
Amar es compartir, comprender y soñar;
es volverse loco y a la vez estar muy cuerdo.
Es sacrificio, perseverancia e ilusión;
es notar que la vida cobra sentido.
Amar es respeto, paciencia y cariño;
es sentir que el pecho se encoge.
Es saber perdonar, jugar y confiar;
Es vivir por hacer feliz a otra persona.
Amar es valorar, admirar y sonreír.
Es sentir con el corazón y no con la mente.
Es sentimiento, escucha y fantasía.
Es soledad y compañía.
Amar debe ser fácil y, a la vez, difícil.
Amar te hará grácil y también bastante dócil.
¡¡¡Amar es felicidad propia y ajena!!!
¡¡¡Amar es lo que hago, amar es lo que quiero!!!
Un precioso vídeo antes de dormir
La charla estaba animada, las bromas se iban sucediendo y el sueño desaparecía por momentos; así que, de repente, una de las compañeras propuso ver algunos de los vídeos que se podían encontrar en Internet sobre los maestros.
Pudimos ver vídeos muy bonitos pero, especialmente, nos llamó la atención uno cuyo título era simplemente una dedicatoria “A los verdaderos maestros”; en este vídeo se hablaba de los dones que había otorgado Dios a los maestros y los relacionaba con los colores que se habían formado al pasar la luz por una perfecta gota cristalina.
Y tras, el visionado, tomamos aún más conciencia de lo importante que será nuestra futura labor como maestros y de todas aquellas veces que nos acordaríamos de los colores que se citaban en el vídeo…
Porque, seguramente, muchas veces recordaremos aquel morado que nos aporte los conocimientos que debemos transmitir a nuestros alumnos y esa necesaria sabiduría que nos haga conocer la forma más correcta de tratar a unos niños para los que nos convertiremos en ejemplo; entendiendo que no sólo deberemos tomar aquella sabiduría como una gran cantidad de conocimientos o contenidos que podamos transmitir posteriormente, sino también como aquello que nos permitirá saber en cada momento cómo actuar con los más pequeños.
Nos veremos reflejado en aquel rosa que nos llene de paciencia y nos empuje a entregarnos a esos pequeños cuya sonrisa hará que merezca la pena el esfuerzo; porque, en ocasiones, pasaremos días difíciles y momentos complicados, pero siempre debemos tener muy presente que, como maestros, debemos hacer todo lo posible por conservar esa paciencia que nos permita sonreír incluso a los niños más rebeldes sabiendo que, únicamente, buscan nuestro cariño.
Y es que, si reflexionamos un poco acerca de todo esto, nos daremos cuenta de que ese rosa se tornará en el rojo de la pasión conforme seamos capaces de entregarnos a nuestros alumnos; de saber que, posiblemente, el futuro de aquellos pequeños que nos miran con admiración dependerá en gran parte de todo aquello que consigamos aportarles. Y creo que, en la educación, lo verdaderamente importante no es aportar a los alumnos una gran cantidad de conocimientos que podrían buscar en libros, enciclopedias o Internet; sino una educación integral que les permita desarrollarse como personas y con la que sean capaces de valerse por sí mismos.
Pero… ¿¿Cómo podría conseguir un maestro este objetivo si no estuviera iluminado por ese naranja que le llenara de entusiasmo y creatividad??
Un entusiasmo relacionado con el propio interés vocacional de cualquier maestro y basado en el placer que provoca para un buen profesional de la educación el hecho de recibir la sonrisa sincera de una niña o el abrazo incondicional de un niño; porque, aunque a veces lo olvidemos, todos esos niños se darán cuenta desde muy pequeños de cuáles son los maestros que consiguen aportarles algo, que hacen que su educación se convierta en algo agradable y no en una dura travesía.
Porque lo mejor que me podría llegar a pasar dentro de unos años sería que alguno de los niños con los que voy a compartir dentro de muy poco mis próximos meses, me recordase como aún yo recuerdo a aquel estudiante que se convirtió en mi “profe de prácticas” hace ya muchos años; y es que, curiosamente, Don Paco (así se llamaba) consiguió ganarse un cariño que todavía hoy conservo a pesar de no saber nada de él desde hace más de quince años…
Y estoy seguro de que si algún día pudiese volver a hablar con él y contarle ya como un adulto todos aquellos recuerdos que tengo, agradecerle lo muchísimo que me ayudo en aquellos primeros años de mi educación y confesarle que se convirtió en una de los profesores más importantes que han pasado por mi vida; probablemente se vería iluminado por ese amarillo con el que sintiese una gran alegría al saber que, al menos uno de los niños con los que estuvo durante su periodo de prácticas, le recuerda con un gran cariño.
No debemos olvidar tampoco ese color verde que ilumina todo el proceso educativo aportando al maestro y a los alumnos un crecimiento espiritual y mental que hará de ellos mejores personas; porque siempre debemos tener presente que, como profesores, también estaremos continuamente creciendo y aprendiendo de los más pequeños.
Pero la profesión de maestro no es un camino de rosas y debemos tener claro que, en ocasiones, también aparecerá una oscura luz negra de la que también deberemos intentar sacar fuerza para hacer frente a los momentos difíciles, a nuestras dudas y temores; pues incluso de los momentos más difíciles se aprende y se saca algo con lo que mejorar en el futuro.
Y es que incluso cuando nos encontremos perdidos y desesperados, cuando esa luz negra se haga tan densa que nos impida ver el resto de colores, debemos saber que siempre habrá una estrellita entre toda esa oscuridad; una estrellita basada en el amor… En el amor hacia los más pequeños y, en mi caso, también hacia una madre que siempre me ha guiado y sueña con verme ejercer una profesión que, cuando nació mi hermano, ella decidió dejar de lado para dedicarse en cuerpo y alma a unos hijos a los que, junto a nuestro padre, siempre ha intentado hacer felices y educar en torno a una serie de valores.
Tras comentar brevemente el precioso vídeo que habíamos encontrado, decidimos que había llegado el momento de dormir; así que mis compañeros de viaje se fueron yendo poco a poco a sus habitaciones y descansamos tras un nuevo día en el mundo de la literatura…