Hace muy poco hicimos la última parada de nuestra aventura hacia el mundo de la literatura; llegamos al pueblecito de los literatos y dimos por concluido el viaje, pero al despertarnos a la mañana siguiente, observamos en la lejanía una especie de cueva sostenida por dos pilares de piedra.
Habíamos recorrido un largo camino, habíamos superado multitud de dificultades y nos habíamos esforzado muchísimo como para temer entrar en aquella cueva para investigar lo que había en su interior; así que nos dirigimos hacia allí con la intención de curiosear un poco…
Era una entrada enorme y la piedra de los pilares que sostenían la entrada estaba tallada con multitud de nombres, pero no prestamos demasiada atención a ese detalle y accedimos unos metros hasta llegar a una inmensa puerta de madera; sobre ella, tallada en la propia roca que formaba la cueva, podíamos ver la siguiente inscripción: “¡¡Bienvenidos al mundo de la literatura!!”.
¡¡¡Realmente existía!!!
Aquella aventura en la que nos embarcamos hace tiempo tenía por objetivo conocer mucho más acerca de este maravilloso mundo, pero nunca llegamos a pensar que realmente existía físicamente; no podíamos imaginar que, tras una gran puerta de madera, existiera un mundo en el que se recogiera todo aquello que habíamos experimentado en nuestro largo trayecto.
Intentamos abrir aquella puerta, pero estaba cerrada; así que decidimos volver al pueblecito de los literatos para encontrar la manera de acceder a ese mágico mundo.
Había anochecido, así que decidimos encender una hoguera y repasar juntos todo lo que había acontecido durante nuestra aventura hasta allí.
Recordamos nuestra total ignorancia mientras preparábamos un viaje para aprender sobre algo que ni siquiera éramos capaces de definir, repasamos juntos las anécdotas que vivimos por las calles de la literatura infantil y revivimos los momentos vividos en aquel pequeño puerto rodeado por un mar de letras.
¡¡Incluso miramos al firmamento para rememorar a ese pequeño potrillo que era capaz de guiarse por las estrellas!!
También estuvimos comentando el paso por nuestra tierra, la belleza del legado que habían dejado nuestros antepasados e incluso la maravillosa gastronomía de la que disfrutamos en comparación con el resto de lugares visitados… ¡¡¡Llevábamos sin probar el jamón desde nuestro paso por España!!!
Y, mientras hablábamos de nuestro hogar, nos acordamos de la visita de nuestros hermanos puertorriqueños, de aquellos momentos divertidos que pasamos junto a ellos y de la preciosa despedida que nos brindaron.
Estábamos absortos en nuestros pensamientos y nos divertíamos recordando todo lo que habíamos vivido; ni siquiera nos habíamos percatado de la presencia de aquella mujer que nos observaba pacientemente…
Estaba sonriendo mientras nos escuchaba y decenas de mariposas revoloteaban a su alrededor; se acercó para sentarse con nosotros y nos contó que había nacido en el pequeño pueblecito de grandes lectores pero que, hace unos años, decidió venir a vivir al pueblo de los literatos para trabajar allí en la creación de sueños y mundos fantásticos.
Parecía entusiasmada con nuestra historia y nos pidió que siguiéramos hablando de nuestro viaje; así que decidimos contarle la historia de aquella chica llamada Gea a quienes los hombres del pasado renombraron como “Verdeprado” y le explicamos cómo nos custodiaron las hadas y los duendes en nuestro camino por aquellos parajes folclóricos en los que habíamos conocido a tantísima gente.
Fue entonces cuando la mujer nos preguntó por el pueblo de los lectores; ella sabía perfectamente que era la siguiente parada en nuestro viaje y estaba preocupada por cómo podían ir las cosas en su pueblo natal…
Pronto comenzamos a explicar nuestro paso por el pueblecito de lectores y la visita que realizamos a la granja de ac“kiwi”dades; repasamos juntos las claves para conseguir hacer de los niños unos grandes lectores y vimos tranquilizarse a aquella mujer cuando dijimos que la vida en el pueblo iba de maravilla y que sus habitantes habían cuidado mucho de nosotros.
Y, así, es como le explicamos nuestra llegada al pueblecito en el que ahora vivía; le contamos nuestra pequeña escapada a la fábrica de sueños y le confesamos que incluso habíamos llegado a poner en marcha la maquinaria de la creatividad para realizar algunas obras que llevábamos con nosotros.
Entonces decidimos preguntar a nuestra nueva amiga por aquella enorme puerta de madera incrustada en la cueva y por la imposibilidad de acceder al mundo de la literatura; nos explicó que, para entrar en ese mundo, no valía simplemente con tener curiosidad, que no todo el mundo era capaz de acceder y que la puerta sólo se abriría cuando nuestro propio corazón desprendiera un auténtico deseo por conocer aquellas tierras de fantasía.
Al ver nuestras caras de decepción, decidió cambiar de tema y preguntarnos por todo aquello que habíamos aprendido a lo largo de nuestro viaje…
Entonces, después de reflexionar un poco más y analizar el viaje de forma global, pudimos manifestar que aquella aventura nos había servido para el desarrollo de nuestra futura labor como profesionales; que habíamos sacado mucho de todas aquellas fuentes de las que habíamos bebido en el camino, pero que igual de importantes habían sido otras muchas fuentes de información a las que no habíamos hecho referencia y que también nos habían sido muy útiles para aprender.
Igualmente mencionamos el gusto que habíamos adquirido por la literatura y todas aquellas formas de trabajar que habíamos adquirido para emplear con las futuras generaciones, confesamos que nuestro nivel de conocimiento había aumentado mucho durante el trayecto y que incluso habíamos aprendido a trabajar en equipo y a solucionar los problemas que a veces nos habíamos encontrado; pero, sobre todo, quisimos destacar el espíritu de superación, el esfuerzo realizado para llegar hasta allí y la posibilidad que nos había brindado aquel viaje para aprender a investigar, para valernos por nosotros mismos y para convertirnos, poco a poco, en mejores personas…
¡¡¡Ahora lo entendíamos todo!!!
Según íbamos recordando nuestro viaje, el deseo por entrar en el mundo de la literatura aumentaba y nuestro apetito literario se hacía cada vez más grande; aquella conversación alrededor de la hoguera había terminado de prepararnos para sobrepasar aquella puerta que escondía infinidad de secretos, así que decidimos descansar y esperar a ver qué nos deparaba el mundo de la literatura al día siguiente…
¡¡¡Y es que pronto estaríamos visitando aquel universo de fantasía!!!
Habíamos recorrido un largo camino, habíamos superado multitud de dificultades y nos habíamos esforzado muchísimo como para temer entrar en aquella cueva para investigar lo que había en su interior; así que nos dirigimos hacia allí con la intención de curiosear un poco…
Era una entrada enorme y la piedra de los pilares que sostenían la entrada estaba tallada con multitud de nombres, pero no prestamos demasiada atención a ese detalle y accedimos unos metros hasta llegar a una inmensa puerta de madera; sobre ella, tallada en la propia roca que formaba la cueva, podíamos ver la siguiente inscripción: “¡¡Bienvenidos al mundo de la literatura!!”.
¡¡¡Realmente existía!!!
Aquella aventura en la que nos embarcamos hace tiempo tenía por objetivo conocer mucho más acerca de este maravilloso mundo, pero nunca llegamos a pensar que realmente existía físicamente; no podíamos imaginar que, tras una gran puerta de madera, existiera un mundo en el que se recogiera todo aquello que habíamos experimentado en nuestro largo trayecto.
Intentamos abrir aquella puerta, pero estaba cerrada; así que decidimos volver al pueblecito de los literatos para encontrar la manera de acceder a ese mágico mundo.
Había anochecido, así que decidimos encender una hoguera y repasar juntos todo lo que había acontecido durante nuestra aventura hasta allí.
Recordamos nuestra total ignorancia mientras preparábamos un viaje para aprender sobre algo que ni siquiera éramos capaces de definir, repasamos juntos las anécdotas que vivimos por las calles de la literatura infantil y revivimos los momentos vividos en aquel pequeño puerto rodeado por un mar de letras.
¡¡Incluso miramos al firmamento para rememorar a ese pequeño potrillo que era capaz de guiarse por las estrellas!!
También estuvimos comentando el paso por nuestra tierra, la belleza del legado que habían dejado nuestros antepasados e incluso la maravillosa gastronomía de la que disfrutamos en comparación con el resto de lugares visitados… ¡¡¡Llevábamos sin probar el jamón desde nuestro paso por España!!!
Y, mientras hablábamos de nuestro hogar, nos acordamos de la visita de nuestros hermanos puertorriqueños, de aquellos momentos divertidos que pasamos junto a ellos y de la preciosa despedida que nos brindaron.
Estábamos absortos en nuestros pensamientos y nos divertíamos recordando todo lo que habíamos vivido; ni siquiera nos habíamos percatado de la presencia de aquella mujer que nos observaba pacientemente…
Estaba sonriendo mientras nos escuchaba y decenas de mariposas revoloteaban a su alrededor; se acercó para sentarse con nosotros y nos contó que había nacido en el pequeño pueblecito de grandes lectores pero que, hace unos años, decidió venir a vivir al pueblo de los literatos para trabajar allí en la creación de sueños y mundos fantásticos.
Parecía entusiasmada con nuestra historia y nos pidió que siguiéramos hablando de nuestro viaje; así que decidimos contarle la historia de aquella chica llamada Gea a quienes los hombres del pasado renombraron como “Verdeprado” y le explicamos cómo nos custodiaron las hadas y los duendes en nuestro camino por aquellos parajes folclóricos en los que habíamos conocido a tantísima gente.
Fue entonces cuando la mujer nos preguntó por el pueblo de los lectores; ella sabía perfectamente que era la siguiente parada en nuestro viaje y estaba preocupada por cómo podían ir las cosas en su pueblo natal…
Pronto comenzamos a explicar nuestro paso por el pueblecito de lectores y la visita que realizamos a la granja de ac“kiwi”dades; repasamos juntos las claves para conseguir hacer de los niños unos grandes lectores y vimos tranquilizarse a aquella mujer cuando dijimos que la vida en el pueblo iba de maravilla y que sus habitantes habían cuidado mucho de nosotros.
Y, así, es como le explicamos nuestra llegada al pueblecito en el que ahora vivía; le contamos nuestra pequeña escapada a la fábrica de sueños y le confesamos que incluso habíamos llegado a poner en marcha la maquinaria de la creatividad para realizar algunas obras que llevábamos con nosotros.
Entonces decidimos preguntar a nuestra nueva amiga por aquella enorme puerta de madera incrustada en la cueva y por la imposibilidad de acceder al mundo de la literatura; nos explicó que, para entrar en ese mundo, no valía simplemente con tener curiosidad, que no todo el mundo era capaz de acceder y que la puerta sólo se abriría cuando nuestro propio corazón desprendiera un auténtico deseo por conocer aquellas tierras de fantasía.
Al ver nuestras caras de decepción, decidió cambiar de tema y preguntarnos por todo aquello que habíamos aprendido a lo largo de nuestro viaje…
Entonces, después de reflexionar un poco más y analizar el viaje de forma global, pudimos manifestar que aquella aventura nos había servido para el desarrollo de nuestra futura labor como profesionales; que habíamos sacado mucho de todas aquellas fuentes de las que habíamos bebido en el camino, pero que igual de importantes habían sido otras muchas fuentes de información a las que no habíamos hecho referencia y que también nos habían sido muy útiles para aprender.
Igualmente mencionamos el gusto que habíamos adquirido por la literatura y todas aquellas formas de trabajar que habíamos adquirido para emplear con las futuras generaciones, confesamos que nuestro nivel de conocimiento había aumentado mucho durante el trayecto y que incluso habíamos aprendido a trabajar en equipo y a solucionar los problemas que a veces nos habíamos encontrado; pero, sobre todo, quisimos destacar el espíritu de superación, el esfuerzo realizado para llegar hasta allí y la posibilidad que nos había brindado aquel viaje para aprender a investigar, para valernos por nosotros mismos y para convertirnos, poco a poco, en mejores personas…
¡¡¡Ahora lo entendíamos todo!!!
Según íbamos recordando nuestro viaje, el deseo por entrar en el mundo de la literatura aumentaba y nuestro apetito literario se hacía cada vez más grande; aquella conversación alrededor de la hoguera había terminado de prepararnos para sobrepasar aquella puerta que escondía infinidad de secretos, así que decidimos descansar y esperar a ver qué nos deparaba el mundo de la literatura al día siguiente…
¡¡¡Y es que pronto estaríamos visitando aquel universo de fantasía!!!