27 dic 2011

Cruzando el umbral hacia el conocimiento folclórico...

(Textos folclóricos. Análisis y selección)



En la última etapa de nuestro viaje literario tuvimos la oportunidad de regresar a nuestro hogar, pudimos disfrutar de una tierra conocida por todos nosotros y repasamos brevemente la historia de la literatura española…

¡¡Incluso tuvimos el honor de recibir en nuestra tierra la inesperada visita de aquellos amigos puertorriqueños que nos dejaron una jornada emotiva y llena de bonitos recuerdos!!

Dicen que la vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero lo cierto es que sólo se puede vivir mirando hacia delante; por ello, debemos abandonar nuestra tierra y continuar con aquel viaje que emprendimos hacia el mundo de la literatura, tenemos que seguir trabajando y disfrutando del trayecto con la misma ilusión que nos ha traído hasta aquí y jamás debemos rendirnos hasta llegar aquella meta que, al comenzar la aventura, nos propusimos alcanzar…

Y, ya que en esta ocasión, el viaje nos ha traído hasta las puertas del folclore… ¿¿Qué os parecería cruzarlas para conocer un poco más acerca de los textos folclóricos??

Pues bien, en primer lugar, sería interesante destacar la definición que ofrece la Real Academia Española para dicho término; al que considera como el “conjunto de creencias, costumbres, artesanías, etc., tradicionales de un pueblo”.

No obstante, y a pesar de que no se ajustan tanto a lo que nosotros estamos buscando, existen otras definiciones del término; como, por ejemplo, la que aporta el Diccionario de María Moliner, que considera al folclore como el “conjunto de tradiciones, creencias, costumbres, fiestas, etc., populares”.

Entonces… ¿¿Podríamos decir que un texto folclórico es lo mismo que un texto popular?? ¡¡No!! Y aunque es cierto que, en un principio, a la literatura folclórica se le consideraba literatura popular; posteriormente, debido a la confusión que producía, se realizó una diferenciación de ambos términos.

Así, los textos populares serían aquellos que pueden nacer del pueblo y que tienen una gran extensión, por lo que son textos bastante conocidos.

Por su parte, los textos folclóricos son aquellos que no tienen autor y se transmiten de forma oral, siendo su resultado obra de una comunidad en la que cada individuo modifica y aporta algo diferente al texto; por ello, podríamos decir que el término “texto de tradición cultural” se aproxima mucho más a la definición que buscamos de texto folclórico.

Y… ¿¿Son los textos folclóricos adecuados para los niños?? ¡¡Claro que sí!! Pero siempre teniendo en cuenta que, en muchos casos, será necesario realizar adaptaciones; pues el origen de los textos folclóricos era el de entretener a las familias.

De esta forma, podríamos decir que todo texto folclórico se caracteriza por tener su origen en un lugar concreto y extenderse por transmisión oral hasta el punto de convertirse, en algunos casos, en folclore universal; transmitiéndose tanto de forma horizontal, como de forma vertical y de generación en generación.

Además, es importante saber que, aunque son textos familiares, contienen enseñanzas implícitas que en ningún caso se muestran en una “moraleja” escrita al final del texto; por lo que las personas deben extraer sus propias enseñanzas a partir de las pruebas a las que se enfrenta el personaje del texto que, normalmente, es un adolescente.

¿¿Es lo mismo un texto folclórico que un cuento folclórico?? ¡¡Por supuesto que no!! En la literatura folclórica existen los tres géneros literarios (verso, prosa y drama), mientras que los cuentos folclóricos limitan el texto a la prosa o al género narrativo; destacando, normalmente, por la presencia de personajes planos sin personalidad propia.

No obstante, es importante destacar que los textos folclóricos han sido creados a partir de una continua adaptación por las diferentes personas que, debido a su característica transmisión oral, han utilizado unos determinados criterios para acercar el texto que habían escuchado a su entorno más cercano; por ello, y debido a la dificultad que presenta el hecho de adaptar textos en verso, es mucho más conocida la literatura folclórica en prosa.

Además, hay que tener en cuenta que, cualquier texto oral es susceptible de ser puesto por escrito con un interés conservacionista; destacando que el hecho de fijar un texto tiene la ventaja de que no se perderá, pero el inconveniente de que, normalmente, se tenderá a utilizar siempre dicha versión.

Y utilizamos el término “versión” para referirnos a la forma final que adopta un texto transformado o adaptado a partir de un original; ya sea siguiendo una serie de criterios de adaptación, o simplemente realizando cambios sin tener en cuenta al destinatario.

Por otra parte, podríamos considerar como “adaptación” a aquellos textos que han sido modificados en función a unos determinados criterios, requisitos, objetivos y receptores.

No obstante, en relación a la literatura folclórica mencionada anteriormente, cabe destacar la existencia de opiniones como la de Propp; que sostiene la idea de que la literatura procede del folclore y que sólo se separa de su origen folclórico cuando surge la “conciencia individual” por la que cada individuo desea aportar algo personal a su propia obra.

Pero… ¿¿Quién es ese tal Propp para afirmar algo así?? Vladímir Yákovlevich Propp fue un erudito ruso nacido en la última década del siglo XIX y considerado como el precursor de los estudios sobre el folclore; destacando por convertir a los textos folclóricos en objeto de análisis y por realizar una tesis doctoral tras la que el folclore se comenzó a tener en cuenta desde el punto de vista académico.

No obstante, cabe destacar que Propp sólo estudió textos en prosa; realizando una gran recopilación de cuentos que dividió y clasificó en cuatro grupos para hacer más sencilla su labor de análisis:

- Historias mitológicas.

- Cuentos de animales (Divididos a su vez en cuentos de animales y en fábulas).

- Cuentos de fórmula.

- Cuentos de hadas o maravillosos.

Tras estudiar profundamente los cuatro tipos de cuentos que previamente había clasificado, Propp llegó a la conclusión de que todos ellos seguían una estructura común en la que el personaje protagonista debía enfrentarse a una serie de pruebas; así, en su obra “Morfológiya skazki” (Morfología del cuento) estableció la presencia de 31 funciones que cumplen los personajes de los cuentos y, especialmente, los personajes de los cuentos de hadas o maravillosos que fueron el objeto principal de su estudio.

De esta forma, en todos los cuentos se observa a un personaje principal que es presentado junto a su familia en un hogar que, posteriormente, abandona por una serie de circunstancias o incluso por decisión propia; coincidiendo normalmente la salida del entorno familiar, con su edad de adolescencia.

Así, el protagonista se ve sometido a una serie de pruebas que, normalmente con ayuda de otros personajes, debe superar para demostrar una madurez y un aprendizaje en la vida que le lleve a ser considerado un adulto; interpretándose dicho momento, habitualmente, con la llegada del matrimonio.

Pero Vladimir Propp no fue el único que realizó investigaciones de los textos folclóricos en prosa; pues encontramos otra serie de autores como Aarne, Thompson, Rodari o Bettelheim que hicieron estudios en este sentido.

En cuanto a la aportación de Antti Aarne cabe destacar que, en su obra “Verzeichnis de Märchentypen” (Índice de los tipos de cuentos), realizó una de las más importantes clasificaciones para el cuento folclórico; siendo un trabajo posteriormente revisado por Stith Thompson en su obra “The types of the Folk-Tale” (Los tipos de cuento popular), aunque la aportación más importante de Thompson fue su clasificación de los motivos en los cuentos populares en la obra “Motif-Index of Folk-Literature” (Índice de motivos en la literatura folclórica).

Por su parte, Gianni Rodari aportó su propia clasificación de los textos folclóricos en prosa y propuso una serie de técnicas para modificar los cuentos.

Finalmente, el escritor y psicólogo infantil Bruno Bettelheim trabajó a partir de los cuentos de hadas y analizó la parte simbólica de los cuentos; incidiendo en la idea de Propp de que, en todos los cuentos, los personajes protagonistas pasan por una serie de aprendizajes que les llevan a su edad adulta.

Pero, como hemos dicho antes, no toda la literatura folclórica está escrita en prosa; y si de una rima se trata… ¿¿Qué os parecería pasar a la poesía??

Uno de los aspectos fundamentales de la poesía folclórica es su estrecha relación con la música y el juego; aunque también es una de sus señas de identidad la frecuente incoherencia o lo absurdo de sus textos, así como la recurrencia a un apoyo gestual o escénico.

Y en este sentido, se deben tener en cuenta la clasificación propuesta por Pedro Cerrillo; que divide la lírica folclórica infantil en función de la utilidad y del contexto en el que es empleado un determinado texto:

- Nanas o canciones de cuna.

- Adivinanzas.

- Juegos mímicos.

- Canciones escenificadas.

- Oraciones.

- Fórmulas para echar a suertes.

- Burlas.

- Trabalenguas.

Además, se destaca la existencia de otros tipos de lírica folclórica como los villancicos, las canciones de estación, los refranes o los conjuros.
Y ahora que conocemos algo más acerca de los textos folclóricos, creo que ha llegado el momento de conocer a los principales recopiladores de cuentos.

En primer lugar, es importante reconocer a Rodrigo Caro, nacido en el Siglo XVI, como el primer recopilador folclórico conocido en España; destacando por ser una persona de gran cultura y cuyo propósito principal a la hora de recopilar fue conservacionista.

Además, Caro destaca por su obra “Días geniales o lúdicos” que contiene una gran cantidad de materiales folclóricos que son tratados con una gran erudición; siendo dicha obra una recopilación de juegos infantiles y adultos, de festejos, supersticiones, creencias, fiestas de toros, costumbres y celebraciones populares.

En relación a esta obra, acabada en 1626, es curioso saber que únicamente circuló en versión manuscrita, destacando por una prosa digna de los mejores autores de nuestro Siglo de Oro; además, la importancia que adquirió hizo que la Sociedad de Bibliófilos Andaluces la publicara un par de siglos más tarde y, ya a finales del Siglo XX, otro autor como Jean Pierre Etienvre publicase, en dos volúmenes, otra edición más rigurosa.

Posteriormente, en el Siglo XVII, el rey francés Luis XIV era muy aficionado a escuchar historias y cuentos como los recopilados en el “Decameron” de Giovanni Boccaccio o en “Las mil y una noches”; de esta forma, y dado el interés del rey en este tipo de historias, algunos autores cercanos a la corte comenzaron a recopilar y a adaptar cuentos.

Así, encontramos a Charles Perrault, un autor muy interesado por el folclore de la cultura celta que recogió y adaptó cuentos con una intención moralizante; siendo su principal objetivo el de dirigirse a la corte para que cambiasen ciertas actitudes y comportamientos negativos, pues Perrault tenía una concepción de la vida humanista y concebía cualquier tipo de exceso como algo negativo.

De esta forma, podríamos decir que esa intención moralizante convierte a la obra de Perrault en paraliteratura y hace que no tenga una gran riqueza estética; lo que no influye para que sus cuentos de “Histoires ou contes du temps passé” (Historias y cuentos de tiempos pasados) se convirtieran en una obra muy conocida que, debido a la ilustración que figuraba en la cubierta de la obra original, todo el mundo llamó “Los cuentos de mamá oca”.

Ya en el Siglo XVIII destaca el gran interés de los ilustrados en el conocimiento y en el ser humano; por lo que es lógico pensar que muchos autores decidieran conservar parte de ese conocimiento popular y enraizado a las costumbres de los pueblos.

De esta época destaca Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, una recopiladora y escritora francesa que trabajó como educadora y profesora de música en la corte de la región de Lorraine; destacando por su colección de cuentos recogidos en la obra “Le magasin des enfants” (El almacén de los niños) cuya intención era la de entretener a los jóvenes de la corte a la vez que mostraba en sus historias una serie de enseñanzas implícitas.

Además, dicha obra destaca por la creación de la versión más conocida de “La Bella y la Bestia”; que surge como resultado de la adaptación de una historia anterior sobre la historia de un lobo blanco y de una joven y cuyo final no fue del agrado de Leprince de Beaumont.

Finalmente, en los últimos años del Siglo XVIII, nacen en Alemania dos autores, los hermanos Grimm, que desarrollarían su obra durante el Siglo XIX.

Así, Jacob Grimm y Wilhelm Grimm aparecen como dos autores muy influidos por el nacionalismo típico del romanticismo alemán y por la reivindicación social de la época hacia todo lo que tuviese un carácter propio; por lo que el interés principal de los hermanos Grimm fue el de recopilar relatos alemanes con un interés conservacionista, ya que su deseo era el de preservar los cuentos alemanes de la manera más fiel posible.

Ese espíritu conservacionista basado en el deseo de mantener los relatos de la forma más rigurosamente fiel a su versión original, hizo que los cuentos recogidos estuviesen llenos de aspectos que no eran apropiados para los niños; pues existía una gran presencia de contenidos sexuales o relacionados con la muerte y la violencia.

De esta forma, es lógico pensar que la obra “Kinder-und Hausmärchen” (Cuentos para la infancia y el hogar) fuese, realmente, más apropiada para un receptor adulto que para un receptor infantil; aunque lo cierto es que el error fue de la editorial que eligió el título para la recopilación de cuentos publicados en los dos volúmenes de la obra.

No obstante, debido al título de la obra y a la escasez de libros dedicados al público infantil que existía en aquella época, la recopilación de cuentos de los hermanos Grimm tuvo un éxito considerable; algo que, a su vez, provocó un gran malestar social por los contenidos de una obra que, por su título, era supuestamente dirigida a un público infantil.

Debido a este malestar, el editor de la obra comenzó a recibir un gran número de quejas y protestas, lo que le llevó a realizar una petición formal a los autores con la finalidad de realizar modificaciones que suprimieran aquellos aspectos de los relatos inadecuados para los niños; algo a lo que, en un principio, se negaron los hermanos Grimm, pero que posteriormente acabarían aceptando.

Así, algunas de las adaptaciones que realizaron estaban relacionadas con el cambio de la figura de la madre, por el de la madrastra; con la sustitución por sentencias de muerte, de aquellos contenidos violentos que narraban de forma explícita la muerte de un personaje o con el hecho de ofrecer a los personajes una segunda oportunidad con la que mejorar y vivir felizmente.

En cuanto a la estructura presente en los cuentos de los hermanos Grimm, cabe destacar que todos ellos respondían al esquema propuesto por Vladimir Propp en el que se observa una transición desde la adolescencia hacia la edad adulta por parte del personaje protagonista; siendo dicha evolución llevada a cabo a través de la superación de pruebas.

Finalmente, es curioso saber que, a pesar de que ellos pensaban que los relatos que estaban recogiendo eran de origen alemán, lo cierto es que muchos de los textos recopilados eran cuentos folclóricos cuyo origen es desconocido; llegando a eliminar de ediciones posteriores aquellos cuentos como “El gato con botas” o “Barba Azul” que habían recogido de la tradición francesa.

También en el Siglo XIX encontramos, en otros países, autores como el inglés Charles Dickens; que realizó una gran cantidad de obras narrativas al que imprimió un estilo cargado de humor e ironía mientras realizaba una importante crítica social, siendo las historias de los niños de la calle uno de los temas más utilizados por este autor y destacando por obras como “Oliver Twist”.

Por su parte, la España de este siglo deja también adaptadores y recopiladores como Cecilia Böhl de Faber (conocida como Fernán Caballero) que destaca por su obra “Cuentos y poesías populares andaluzas” que recoge una gran cantidad de elementos folclóricos de la Andalucía de la época.

También es importante nombrar al sacerdote Luis Coloma Roldán (conocido como Padre Coloma), que realizó una doble tarea de creación y adaptación de cuentos, destacando siempre por su intención moralizante y por trasladar una gran cantidad de obras al ámbito religioso; de manera que a los personajes buenos que ayudaban a los protagonistas, los relacionaba con ángeles de la guarda y a los personajes malos, los relacionaba con un demonio al que llamó “Pedro Botero”.

No obstante, podríamos considerar que el legado más importante que dejó el Padre Coloma fue el del personaje del “Ratoncito Pérez”, que surgió como uno de los protagonistas de una obra que, por encargo, escribió este autor al futuro rey Alfonso XIII cuando era niño.

También en el Siglo XIX encontramos en Dinamarca a Hans Christian Andersen, considerado el autor más importante de este siglo en cuanto a literatura folclórica se refiere y al que Paul Hazard adjudicó el apelativo de “príncipe de los escritores para la infancia”.

Andersen, que gozó de un gran reconocimiento en vida y fue autor de una gran cantidad de creaciones autónomas, también destacó por recopilar historias folclóricas que reescribía y adaptaba en función de la idea principal; aunque, en ambos casos, nos encontramos personajes que tienen una “tara” o “defecto” con el que no se sienten a gusto y les impide ser como los demás.

Además, las obras de este autor destacan también por la impresionante adecuación de su narración a la psicología del joven lector, por el sufrimiento al que se ven sometidos todos los seres y por el realismo en la ambientación; por ello, a pesar de que su “Eventyr og Historier” (Cuentos de hadas y narraciones) es considerada como una de las obras más importantes de la historia de la literatura infantil, lo cierto es que este autor realizó una serie de narraciones cuyos elementos filosóficos y existenciales o de desarrollo trágico los hacen inadecuados para el público infantil.

En cuanto a sus obras más importantes, podemos destacar algunas como “La pequeña vendedora de fósforos”, “La Sirenita”, “El soldadito de plomo” o “El patito feo”, que es considerada como una obra autobiográfica.

Finalmente cabe destacar que, cada dos años, se concede un galardón internacional que lleva el nombre de “Premio Hans Christian Andersen” y consta de dos categorías (autor e ilustrador) que condecoran al mejor autor del mundo en cada categoría.

Y tras conocer un poco mejor a los principales recopiladores y autores de cuentos de los últimos siglos… ¿¿No sería interesante saber dónde podemos encontrar cuentos folclóricos para contarlos a nuestros alumnos??

En primer lugar, debemos diferenciar entre aquellos cuentos que están pensados para que sea el propio niño quien realice la lectura y aquellos otros cuentos, como los folclóricos, que están pensados para ser leídos por otra persona que bien puede ser el maestro, los abuelos, los padres, los hermanos mayores…

De esta forma, si queremos encontrar cuentos folclóricos que podamos contar a nuestros alumnos deberemos buscar en multitud de libros o de páginas web como pueden ser las siguientes:


No obstante, en ocasiones nos encontraremos cuentos que, a pesar de ser muy válidos, deberán ser adaptados en función de unos criterios y de los receptores a los que nos vayamos a dirigir; por ello, si tenemos en cuenta que es importante realizar la adaptación de una versión que no haya sido previamente muy adaptada, es lógico pensar que, debido a su espíritu conservacionista, los cuentos de los hermanos Grimm ofrecerán más posibilidades de adaptación y serán mucho más útiles para la etapa de Educación Primaria que los cuentos más adaptados de otros autores como, por ejemplo, Perrault.

Una vez hayamos seleccionado, leído y adaptado aquellos cuentos con los que vamos a trabajar, será importante realizar una planificación coherente para contar ese cuento; pero… ¿¿Cómo debemos contar los cuentos a nuestros alumnos de Educación Primaria??

Según Eutiquio Cabrerizo, lo principal es que la persona encargada de leer el cuento conozca bien ese cuento, de forma que al transmitirlo a nuestros alumnos consigamos expresarnos de forma natural, como si se tratase de una serie de acontecimientos que vivimos como propios.

También hace incidencia en el esfuerzo que debe realizar el emisor en conseguir la atención del auditorio a través de gestos, miradas y otra serie de estrategias de comunicación y recursos expresivos; pero siempre tratando de emplear un lenguaje sencillo y adecuado para la edad de los niños que nos están escuchando, modulando la voz para destacar aquello en lo que realmente queremos incidir.

Por otra parte, si se observa entre los receptores a algún niño desinteresado que pueda desviar la atención del resto, es esencial dirigir levemente la narración hacia ese niño; pues de esta forma conseguiremos captar su atención.

Además, dicho autor considera importante advertir previamente a los más pequeños en caso de que se trate un cuento de humor, pues de esta forma se conseguirá predisponer el ánimo de los mismos hacia la risa; destacando también el hecho de dar nombre a los personajes y de empezar los relatos con fórmulas clásicas (“érase una vez…”) que abren la puerta a la fantasía.

Por su parte, Francisco González Biedma comienza destacando la importancia de la preparación del ambiente en el que se va a narrar el cuento (iluminación, ubicación de los niños, incorporación de algún elemento, actividades de relajación previa…) y de la eliminación de aquellos detalles que puedan distraer la atención de los receptores.

Además, González Biedma aconseja realizar una serie de actuaciones previas a la narración del cuento; como puede ser la selección de aquellos sucesos que se van a narrar, la adaptación del cuento a los receptores o la preparación de posibles actividades previas con las que motivar a la audiencia.

En cuanto a la propia forma de contar el cuento, se insiste en la importancia de captar la atención de los receptores, en la utilización de frases cortas y sencillas que permitan hacer una narración dinámica en la que no es conveniente realizar numerosas interrupciones que puedan romper el ambiente creado.

Finalmente, se sugiere hablar con tranquilidad y explicando los relatos con un entusiasmo que consiga captar la atención de los receptores; haciendo gala de una gran espontaneidad y dejándose llevar por la propia “fuerza” del relato.

No obstante, además de la opinión de estos dos autores, existen multitud de teorías sobre la forma de contar los cuentos a los más pequeños; destacando, de casi todas ellas, la coincidencia en el conocimiento previo del cuento, la naturalidad como elemento fundamental en la narración y la utilización de un vocabulario apropiado que permita a los niños entender aquella historia que se les transmite.

Y ahora que ya estamos un poquito más preparados para contar cuentos a los más pequeños, sólo nos queda comenzar a practicar y a coger una experiencia que, seguramente, nos permita conocer mucho más acerca de la mejor forma para contar multitud de historias con las que hagamos soñar a los niños…


Fuentes:

Nobile, Angelo. Literatura infantil y juvenil. Madrid: Ediciones Morata, S.A. 1992
Apuntes seleccionados durante las clases.
http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Portada
http://www.rae.es/rae.html
http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=2326
http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=456
http://www.oei.es/fomentolectura/literatura_sociedad_educacion_sotomayor.pdf
http://www.rlp.culturaspopulares.org/textos/11/07-Hernandez.pdf
http://www.aralmodovar.es/descargas/guias/cuentos-al-amor-de-la-lumbre.pdf
http://www.pepbruno.com/index.php?option=com_content&view=article&id=414:escuela-finlandesa&catid=45&Itemid=69
http://www.aasafaubeda.com/index.php?option=com_content&task=view&id=279&Itemid=6
http://bib.cervantesvirtual.com/portal/Platero/portal/lirica/
http://expositions.bnf.fr/contes/grand/050.htmhttp://webs.ono.com/libroteca/cuentacuentos.htm

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