Todos estábamos impacientes y pensábamos que, posiblemente, el señor Keating nos volvería a llevar a las puertas del mundo de la educación y comenzaríamos una nueva aventura; pero nuestro guía llegó acompañado de Irune y la confusión se apoderó de todo el grupo.
Ambos me sonreían mientras explicaban al grupo que aquel día iban a llevarnos al abrupto “monte de la satisfacción” y que debíamos estar preparados para saber que sería una difícil ascenso y que lo único que encontraríamos en la cima sería nuestra propia satisfacción por el esfuerzo realizado en la escalada; aunque, desde aquel momento, sentí que merecía la pena intentarlo.
Aquel monte era más empinado de lo que jamás hubiera supuesto en un principio y, sinceramente, en ese preciso momento veía a otros compañeros mucho más preparados para llegar a la cima; así que, en un primer momento, me quise plantear aquella escalada como una aventura que debía llevar a cabo poco a poco y sin objetivos secundarios.
Parecía que estábamos ante el inicio de un largo trayecto, pues desde la base del monte de la satisfacción no éramos capaces de ver la cima y no sabíamos que nos podría deparar el destino; pero Irune y el señor Keating nos avisaron de que aquella escalada nos haría recordar todo cuanto habíamos vivido desde que comenzamos nuestro viaje hacia el mundo de la literatura.
Enseguida me puse en camino acompañado de algunos de mis compañeros mientras veíamos cómo otros se quedaban atrás con la firme intención de comenzar más tarde el ascenso; nuestros primeros pasos eran lentos y algo torpes, parecíamos algo confusos y ni siquiera sabíamos hacia dónde debíamos dirigirnos, pero pronto llegamos a un lugar que evocaba las calles de la literatura infantil y el puerto rodeado por el mar de letras.
Tenía una sensación algo extraña, pues caminaba con paso firme junto a unos compañeros que, a pesar de seguir a mi lado, parecían tomar diferentes rutas hacia un mismo destino; así que continué caminando y pronto entendí que aquel ascenso por el monte de la satisfacción no era más que el recuerdo de mi propia aventura.
Ahora lo entendía todo… ¡¡¡Cada uno de nosotros había comenzado una aventura que, a pesar de afrontar juntos, llevamos a cabo de forma individual!!! ¡¡¡Comprendí que nuestra única compañía había sido siempre el propio afán de superación y el deseo de completar de forma digna aquel viaje!!! ¡¡¡La escalada por el monte de la satisfacción no era más que una ilusión en la que cada uno estaba reviviendo su propio viaje!!!
Según avanzaba por aquel monte iba recordando cada una de las sensaciones y sentimientos que me habían acompañado durante el viaje, rememoraba los lugares por los que había pasado y notaba como el caminar se hacía más rápido; pero lo que realmente me sorprendió fue darme cuenta de que aquella aventura se había convertido en un refugio para mí… ¡¡¡Era la manera en que conseguía evadirme de mis problemas y preocupaciones!!! ¡¡¡La forma en que me sentía algo mejor conmigo mismo!!! ¡¡¡El único modo de liberarme y de poder decir muchas cosas sin necesidad de decirlas!!!
Continué avanzando mientras pensaba en lo mucho que me había aportado aquel viaje y en la fuerza que me había proporcionado la aventura durante unos meses muy duros para mí; así que, cuando durante mi escalada recorrí el último de los pueblos que llevaban al mundo de la literatura, mi objetivo cambió radicalmente…
Ya había ascendido bastante, estaba en el punto del monte de la satisfacción en el que muchos de mis compañeros decidirían quedarse, en aquel lugar que recordaba al pueblo de los grandes literatos y en el que se encontraba la entrada al mundo de la literatura; pero yo necesitaba seguir avanzando, necesitaba sentirme bien conmigo mismo y pensar que, en ocasiones, el esfuerzo trae consigo una recompensa…
Desde aquel momento me propuse llegar a lo más alto de aquel monte y seguir el viaje hasta lo más alto para que la satisfacción que había supuesto aquella aventura, siguiese presente para siempre; deseaba poder sentir que aquel viaje con el que tanto me había identificado se convertía en algo inmortal y que era capaz de conseguir grandes cosas a pesar de aquellos pensamientos negativos que me habían invadido al principio…
¿¿Estaría la clave en el esfuerzo?? ¿¿Sería imprescindible disfrutar de aquel viaje para alcanzar el éxito?? ¿¿Podría ayudar la propuesta de un objetivo más definido y ambicioso?? ¿¿Acaso sería mi deseo de dedicar la conquista de mi objetivo personal lo que me ayudaba a seguir escalando?? ¿¿El hecho de seguir creciendo personalmente era un impulso tan fuerte como parecía??
Cuando me quise dar cuenta, aquella aventura me había absorbido demasiado; se había convertido en un refugio para mí, en una oportunidad para demostrarme a mí mismo que podía conseguir grandes cosas y que a través del esfuerzo y del cariño por algo se puede llegar muy lejos…
El trayecto por el mundo de la literatura me aportaba esa pequeña dosis de felicidad que necesitaba en aquel momento y conseguía aliviarme de otros pensamientos; y aunque algunos de mis compañeros comenzaron a ver en todo aquello una “locura transitoria”, otras muchas personas comprendieron que aquel ascenso hacia la cima del monte de la satisfacción no era más que una forma que había encontrado para sentirme muchísimo mejor en esos momentos.
Los últimos metros fueron bastante duros, me sentía incomprendido por algunos de mis compañeros e incluso las críticas y las burlas me hicieron dudar en algunos momentos; pero entonces recordé el vídeo de Muhammad Ali y comprendí que yo debía seguir luchando por aquello que me había propuesto y que no debía dudar de lo que estaba haciendo, pues mi meta no estaba basada en la ambición, la codicia o el afán de protagonismo, sino en un reto personal que me haría sentir mejor y que me serviría para poner el broche de oro a una aventura inolvidable.
¡¡¡Al fin llegué a la cima!!!
En lo más alto me esperaban el señor Keating, Irune y muchísimos compañeros que habían comprendido los motivos que me habían hecho perder un poco la cabeza en aquella aventura; sentía que todos se alegraban muchísimo por mí y hubo abrazos y felicitaciones por el trabajo bien hecho, pues finalmente todos comprendieron que aquella escalada se había convertido en algo necesario para mí a nivel personal.
Y en aquel momento de satisfacción recordé a aquellas personas que me habían entendido desde el primer momento y a las que había dejado de dedicar un tiempo importante para conseguir un objetivo personal; unas personas que me habían apoyado a pesar de tener que verme inmerso en una aventura que me había apartado temporalmente de ellas y a las que quiero dedicar el premio final de este impresionante viaje.
Por eso debo agradecer el apoyo y la comprensión de mis padres, de mis abuelas, de mi primo Francisco y de algunos amigos a los que no he podido dedicar el tiempo que merecían estos últimos meses (en especial David, Jaime, Cris, Miriam y el resto de “mis niñas” criptanenses); también es necesario destacar el imprescindible apoyo de Rosa desde hace algunos años o la fuerza que me han dado desde algún lugar desconocido esos dos abuelos que, desde pequeñito, me han enseñado que el esfuerzo es imprescindible para alcanzar los objetivos propuestos.
Pero también quiero destacar la confianza que siempre ha tenido en mí una persona muy importante que, probablemente, me vea mejor de lo que realmente soy; una persona muy testaruda que me anima a seguir escribiendo y que me hace querer mejorar día a día.
Finalmente, me gustaría también destacar la paciencia de algunos compañeros (en algunos casos amigos) de viaje que han visto cómo los últimos meses he estado mucho más ausente y que han hecho que esta aventura resultara menos dura.
Por todo ello, y ahora que me he dado cuenta de que mi satisfacción está en poder dedicaros el fruto de mi trabajo… ¡¡¡Muchas gracias a todos!!!