7 ene 2012

Un café con Jacqueline Kerguéno

Salimos de la casita de Muhammad Ali con el ánimo restablecido, pensando en la importancia que tenía el hecho de perseguir nuestros sueños hasta el final y con ganas de afrontar los problemas y las dificultades desde el esfuerzo…

Sabíamos que, como cualquier persona, habíamos cometido errores al dejarnos llevar por el desánimo y por la desesperación que provoca el hecho de enfrentarse a una tarea difícil; pero ahora teníamos una motivación más para superarnos a nosotros mismos, y es que los niños necesitarían unos maestros capaces de sobreponerse a las dificultades y a los problemas, unos educadores que sean capaces de transmitir valores como el esfuerzo y la constancia como bases para conseguir el éxito y unos profesores que, bajo ningún concepto, se vean incapaces de conseguir algo sin haberlo intentado previamente.

Pero, tras esta importante lección, nuestro viaje por el mundo de la literatura continuaría con el señor Keating como guía; sorprendiéndonos con las muchísimas cosas que estábamos aprendiendo en este segundo viaje que habíamos comenzado a su lado e incluso disfrutando con la multitud de personas que estábamos conociendo en aquel mundo de fantasía.

En esta ocasión habíamos terminado de comer y decidimos tumbarnos en el césped charlando de forma agradable sobre todo aquello que estábamos viviendo, sobre nuestros deseos y sobre la manera en qué habíamos decidido conseguir nuestros objetivos; pero yo, simplemente, escuchaba a mis compañeros de viaje sin decir nada…

Sorprendidos de mi silencio, todos decidieron preguntarme qué haría yo para conseguir mis objetivos y hacer realidad mis deseos; así que, teniendo en cuenta todo lo que el señor Ali nos había enseñado, decidí contestar a mis compañeros con la frase de una película que había visto recientemente: “Dos ratoncitos cayeron en un cubo de nata; el primer ratón enseguida se rindió y se ahogó, el segundo ratón decidió pelear y se esforzó tanto que finalmente transformó la nata en mantequilla y consiguió escapar. Caballeros, desde este momento, yo soy ese segundo ratón”.

En ese momento, el señor Keating decidió que había muchísimas cosas en aquel mundo de la literatura que nos quedaban por ver; y, en esta ocasión, nos dirigimos hacia una pequeña cafetería en la que nos estaba esperando Jacqueline Kerguéno.

Tras saludarnos a todos, nos dijo que le gustaría hablarnos sobre cómo podíamos ayudar al niño a convertirse en lector; pues el señor Keating le había dicho que pronto seríamos maestros y que, quizás, ella nos podía ayudar a trabajar para que los niños amasen la lectura.

Jaqueline comenzó explicándonos que amar la lectura no era algo sencillo y que, en parte, dependía también del temperamento, del carácter, los intereses y el entorno de la persona; de esta forma no todas las personas estarían interesados en una actividad contemplativa que necesitaba concentración y requería abandonar momentáneamente otras actividades para aislarse del mundo real y viajar hasta un mundo imaginario. Y eso es algo que debíamos asumir, entender y respetar…

No obstante, sí que había algo en lo que nosotros podíamos influir como maestros, y es que, en ocasiones, las personas no se interesaban por la lectura simplemente porque no habían aprendido desde pequeños a trasladarse a ese mundo fantástico de los libros; porque entendían la lectura como una sucesión de palabras con las que no eran capaces de ilusionarse y porque su imaginación y su mente no había sido “entrenada” para viajar a mundos imaginarios en los que se pudiesen sentir identificados con los personajes.

Y es que, el placer que aporta la lectura no podría experimentarse a menos que el lector comprendiese todo aquello que pretende transmitir el texto; teniendo en cuenta que, en ocasiones, para convertirse en un verdadero lector hace falta un entrenamiento progresivo que se consigue durante muchos años y respetando ciertas etapas como, por ejemplo, la de iniciación a la lectura en la que lo realmente importante no es que el niño lea o que, en caso de hacerlo, lo haga bien o mal, sino que se interese por las historias que cuentan los libros y sea capaz de ilusionarse a medida que escucha los relatos que le cuentan los adultos…

Además, proseguía Jacqueline, es importante tener en cuenta que un lector debutante necesita un texto adaptado a sus necesidades, a sus capacidades y a su momento evolutivo; permitiendo que sea el propio niño el que pueda elegir el libro que quiere en relación a unos criterios que, además, no distarán mucho de los que utilizamos los adultos para elegir un libro…

De esta forma, el señor Keating intervino para explicarnos que, lo que su buena amiga quería decirnos era que debíamos permitir a los niños tocar, hojear y mirar los libros para que, finalmente, pudiesen elegir por sí mismos aquellas obras que estaban interesados en leer; sin imponer lecturas que, como adultos, creyésemos adecuadas para los niños y respetando que fuesen ellos mismos los que se equivocasen con la elección de algunos libros.

No obstante, el hecho de dejar cierta autonomía a los niños no debería suponer abandonarles en la lectura; sino acompañarles y conocer sus gustos, necesidades y características para poder poner a su disposición una gran cantidad de libros variados y acordes a sus necesidades e intereses, pues cuando una persona está interesada en un determinado tema y siente curiosidad por algo, siempre se mostrará mucho más receptiva para emprender la tarea de una lectura.

Pero el hecho de acompañar al joven lector también está muy relacionado con el hecho de interesarnos nosotros mismos por aquello que está leyendo, ofrecerle la posibilidad de comentar y compartir con nosotros todo lo que le ha podido llamar la atención e incluso compartir momentos de lectura con ellos y leer juntos multitud de libros que hayan escogido; haciéndoles sentir que la lectura implica también una cercanía y una actividad con la que compartir maravillosos momentos junto a sus seres más queridos.

Las palabras de Jacqueline Kerguéno resonaban en nuestra mente como el repique de una gran campana, lo que era señal evidente de que realmente estábamos asimilando todo aquello que nos transmitía y que ya habíamos escuchado en alguna ocasión a lo largo de nuestros dos viajes; pero aún tenía muchas más cosas que explicarnos y, sin esperar más, comenzó a hablarnos de la importancia que tenía el hecho de convertirse en lector a una edad medianamente temprana, pues de lo contrario sería complicado que llegase a adquirir el gusto pro la lectura a edades más avanzadas.

Y, sin darnos tiempo a pensar en aquello, empezó a comentar algunas de las respuestas que habían dado los niños al preguntarles por qué motivo habían dejado de leer un libro (principalmente, primeras novelas); coincidiendo muchas de ellas en el poco interés que despertaba en ellos el tema, lo mucho que tardaba la historia en arrancar o la dificultad para entender la situación de partida y la relación de los personajes.

Entonces, Jacqueline sonrió y nos preguntó si no nos resultaban familiares aquellas respuestas… ¡¡¡Eran muchos de los motivos que hacían que los adultos, en ocasiones, nos alejásemos de una determinada lectura!!!

Pero había mucho más, y los niños también argumentaban la dificultad que tenían para saber qué personaje era el que hablaba en los diálogos de algunas obras o lo complicado que era entender algunas de las palabras presentes en el texto; aunque también es importante destacar el error que cometen algunos autores de literatura infantil que frecuentemente hacen referencias culturales y guiños adultos que los más jóvenes no consiguen comprender o la complicada estructuración que hace que los niños no sean capaces de captar la progresión del relato.

No obstante, el trabajo de maquetación tampoco quedaba exento de aquella crítica infantil que demandaba libros que cubriesen sus necesidades; destacando la importancia que daban los más pequeños al aspecto visual del libro, a las ilustraciones y a la manera en que las palabras se mostraban en una página que, en ningún caso, debía estar sobrecargada y sin espacios.

Y es que, una vez más, los niños nos demostraban que su edad no les impedía tener una actitud crítica y muy coherente ante la lectura; siendo capaces de dar respuesta a los problemas que hacían que la lectura pudiera llegar a convertirse en algo desagradable para ellos y solicitando de forma unánime un tipo de literatura adaptada a su edad, con unos requisitos determinados y acordes a sus necesidades.

Pero para ayudar a que un niño se convierta en lector, será importante también que los libros consigan hacer que se sienta identificado con el protagonista y viva como propias sus emociones y sentimientos o que los ilustraciones presentes en el libro sean coherentes y se correspondan con el texto.

Además, los adultos no debemos caer en el frecuente error de querer conducir a los más pequeños por el camino de la lectura que nosotros consideramos más apropiado; sino que debemos dejar que sean ellos los que experimenten y permitir que descubran a cualquier edad aquel libro que les enganche y haga que, desde ese momento, se conviertan en un nuevo lector.

Por eso, es importante tener en cuenta el hecho de no insistir a los niños a que lean, pues de esta forma lo único que conseguiremos es que vean la lectura como una obligación, como algo que les hace sentir culpables y que poco a poco les va bloqueando hasta que llega un punto en el que jamás querrán volver a acercarse un libro; de esta forma, debemos respetar la opción de los más pequeños a leer o a no leer y a elegir aquellos libros o textos con los que se sientan más cómodos...

El señor Keating estaba apurando el contenido de la taza de café con leche que previamente había pedido cuando, de repente, recordé aquellas últimas lecturas infantiles que yo mismo había leído; me di cuenta de que las obras infantiles también podían aportar muchísimo a los adultos, que podrían servirnos para acercarnos a los niños y que, además, incluso nos podían servir para disfrutar de la lectura cuando no tuviésemos tiempo para desarrollar lecturas más extensas.


Mientras yo estaba enfrascado en mis pensamientos, mis compañeros de viaje habían comenzado a despedirse de Jacqueline y le agradecían su amabilidad, sus consejos y el que nos mostrara aquellos aspectos a tener en cuenta para ayudar a multitud de niños a acercarse al mundo de la literatura; así que, enseguida, me levanté para despedirme amablemente y salir de la cafetería junto a los demás.

2 comentarios:

  1. Prométeme que no vas a dejar de escribir en el blog cuando acabe la asignatura. :) Me he enganchado. (dijo la profesora de Literatura de 3º)
    Tienes que seguir contando por aquí tus prácticas y las cosas que vas aprendiendo sobre la vida... y, de paso, sigues practicando la expresión escrita. (dijo la profesora de HHCC Oral y Escrita de 1º)

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  2. No me gusta dar una palabra que no sé si podré cumplir, así que no prometo nada; pero mi intención es continuar con él durante mucho tiempo. :)

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