6 ene 2012

Una interesante reunión...

Aquella conversación con Irune nos había abierto un poco más la mente y nos preparaba para nuestra futura labor como docentes; pero el mundo de la literatura era muy grande y el señor Keating parecía ser demasiado popular como para pensar que el viaje terminaría pronto…

Salimos de aquel extraño complejo formado por edificios y jardines para dirigirnos a un moderno bloque de viviendas que tenía un estilo muy italiano; la decoración era maravillosa así que pensamos que, por primera vez, nuestra parada estaría más destinada a contemplar la belleza de aquella edificación que a conversar con un nuevo amigo de nuestro guía, pero enseguida nos paramos ante la consulta de un psicólogo llamado Francesco Tonucci.

Sin perder más tiempo, el señor Keating llamó al timbre y, enseguida, nos abrió un hombre con la barba y el pelo canoso que nos miraba por encima de los cristales de sus gafas; estaba fumando en pipa y llevaba en la mano un pequeño artículo llamado “El nacimiento del lector”, así que todos supimos que, en esta ocasión, la conversación iría encaminada en ese sentido.

El señor Tonucci nos invitó a pasar mientras daba unas palmaditas en la espalda al señor Keating y, enseguida, nos condujeron hasta un enorme salón con grandes sillones en los que todos podíamos sentarnos.

De repente, aquel extraño psicólogo se sentó junto a nosotros mientras nos explicaba que aquel mundo de la literatura tenía cada vez menos visitantes; nos pidió que hiciésemos una buena publicidad de aquel lugar y nos dijo que debíamos ser nosotros los que, con nuestro trabajo en la escuela, desarrollásemos en los niños un gusto por la lectura que les hiciese llegar algún día a aquel fantástico mundo en el que nos encontrábamos.

Frato, que así es como se hacía llamar Francesco Tonucci, comenzó culpando a la escuela del enfoque que estaba dando a la iniciación a la lectura; argumentando que los objetivos propuestos desde el mundo educativo estaban equivocados, que el hecho de enseñar a leer no podía basarse simplemente en descifrar las palabras y frases escritas en un libro y que no se debía seguir obligando a lecturas elegidas por los maestros sin tener en cuenta los intereses, gustos y motivaciones de sus alumnos.

Y lo cierto es que nosotros ya habíamos pensado en eso muchas otras veces, pero el señor Tonucci continuó hablando y sugiriéndonos algunos otros problemas cometidos desde la propia escuela…

Así, el psicólogo italiano hizo que nos replanteáramos la importancia que tenía el hecho de que los alumnos lean en voz alta y nos sugirió que, quizás, era más importante dar ese paso cuando los niños hubiesen adquirido el gusto por la lectura y tuvieran desarrollada la lectura comprensiva; con esto, en ningún caso quería decir que se debiera suprimir la lectura en voz alta de la escuela, sino que se debería ser mucho más cuidadoso a la hora de marcar los tiempos y de establecer las prioridades educativas y los objetivos que se pretendían conseguir con la lectura.

Sinceramente, pienso que el señor Tonucci llevaba razón… ¿¿Cuántas veces habíamos visto cómo multitud de compañeros habían sufrido ante el hecho de tener que leer en voz alta?? ¿¿Es que hemos olvidado la tensión a la que nos veíamos sometidos por miedo a leer de forma incorrecta ante todos nuestros compañeros?? ¿¿Acaso no hemos observado cómo muchos compañeros llegaban a la Educación Secundaria Obligatoria sin haberse enterado de nada de lo que leían en voz alta??

Así comenzamos a entender que, en ocasiones, los propios maestros teníamos demasiada prisa por finalizar los procesos educativos y no éramos conscientes de que lo realmente importante no es acabar antes, sino acabar bien; y en cuanto al hecho de leer, es importante destacar el papel fundamental que debería tener la lectura comprensiva por encima de la lectura en voz alta, pues la única manera que hay para disfrutar de un texto es, lógicamente, comprendiéndolo.

Pero la crítica de Frato no quedaría únicamente en eso, pues pronto comenzaría a darnos su particular punto de vista sobre unos libros de lectura utilizados en la escuela que, a menudo, hacían que el pequeño lector tuviese la impresión de haber leído muchas obras de muchos autores cuando, en realidad, sólo había podido percibir breves fragmentos que le hacían pensar que todas las lecturas serían igual de breves y divertidas; alejándole de la realidad que supone el hecho de que, en toda obra literaria, hay partes menos interesantes pero fundamentales para comprender la obra en su conjunto.

Además, el hecho de ver a todos los alumnos leyendo un mismo libro elegido por el profesor y avanzando simultáneamente en la lectura hace que los propios niños perciban la lectura como algo extraño, fuera de interés, obligatorio y alejado de cualquier tipo de placer o diversión; de manera que los niños se ven atrapados por multitud de actividades que nada tienen que ver con la animación a la lectura y por preguntas cuya única finalidad es saber si realmente están leyendo un libro que, además, ha sido impuesto por los adultos.

Con este tipo de propuestas, proseguía el señor Tonucci, lo único que está consiguiendo la escuela es crear el rechazo de los alumnos por la lectura; sin tener en cuenta la cantidad de recursos, actividades y propuestas divertidas e interesantes que pueden hacer que los niños acepten la lectura como algo propio y válido para su tiempo libre.

Y así, poco a poco fuimos entendiendo la importancia de enfocar la iniciación a la lectura sin ningún otro objetivo más allá del propio placer que puede aportar, entendiendo que lo más importante al principio es crear pequeños lectores que disfruten de los libros y comprendiendo que, en ocasiones, debemos dejar en un segundo plano el resto de propuestas educativas que nos puede facilitar un libro para recuperarlas cuando sea necesario.

Pero todo esto no quedaba aquí y fue el señor Keating quien, una vez más, nos recordó que jamás seríamos capaces de conseguir que un niño apreciase la lectura si nosotros mismos no lo hacíamos; por lo que, junto a su gran amigo Francesco, nos recomendó mantener un interés por la lectura que deberíamos hacer llegar a las futuras generaciones.

Por otra parte, ambos comentaban apenados que una gran cantidad de niños no pueden interesarse por la lectura porque, simplemente, el ambiente familiar no es propicio para ello; por lo que veían muy necesaria la labor de la escuela de organizar espacios y actividades para que todos los niños tengan la posibilidad de acercarse a la lectura, creando pequeñas bibliotecas de aula y de centro adecuadas y adaptadas a los alumnos, de forma que no encontremos únicamente material de consulta sino, también, una gran cantidad de literatura de todos los géneros y temas.

Y aquí es cuando entendimos que, lo que realmente deberíamos transmitir a los niños, es que existen multitud de libros con estilos y temáticas muy diferentes; por lo que, sean cuales sean sus gustos, siempre podrán encontrar un libro para ellos.

El caso es que, para transmitir esta idea, no podíamos basarnos únicamente en intentar convencer a los niños de que la lectura podría ser muy interesante; sino que debíamos dar un paso más y mostrarles una buena librería en la que los niños pudiesen curiosear, asesorarse y elegir sus libros suprimiendo, de esta forma, los libros elegidos por los profesores y que tan aburridos resultan para los alumnos.

Porque, si lo pensamos bien, con este tipo de propuestas conseguiríamos que los alumnos estuvieran mucho más motivados a leer aquellos libros elegidos por sí mismos; obteniendo, además, una pequeña biblioteca formada por libros previamente elegidos por niños que podrán ser intercambiados y de los que podrán disfrutar simplemente por el gusto de leerlos, sin segundos objetivos y sin mayor intención que la de promover la afición por la lectura.

De esta forma, todos continuamos conversando acerca de la iniciación a la lectura, proponiendo multitud de ideas y expresando nuestras propias opiniones junto a Francesco Tonucci y al señor Keating hasta que, este último, nos recordó que se había hecho muy tarde y que lo mejor sería dejar descansar al señor Tonucci.

1 comentario:

  1. Tonucci es un MAESTRO, como pedagogo y como dibujante. Creo que te gustarísn mucho sus dibujos. (Los firma como Frato).

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