Poco a poco íbamos avanzando por el mundo de la literatura y, poco a poco, el señor Keating nos mostraba la importancia de nuestra futura labor como maestros; pero, al despedirnos de Vashti, nuestro guía nos dijo que la vida no se trataba únicamente de amar nuestro trabajo, de disfrutar de los placeres de la vida y de intentar ser mejores personas…
Nos hizo ver que había algo más, así que nos sugirió conocer a un viejo amigo suyo llamado Charles Lutwidge Dodgson; pero a quien todo el mundo conocía por el nombre de Lewis Carroll.
Todos sentíamos una gran curiosidad por saber de qué se trataba, qué era aquello que debíamos tener en cuenta en nuestras vidas y que, posiblemente, nos explicaría ese tal Lewis Carroll; así que aceptamos la propuesta del señor Keating y nos dirigimos hacia una pequeña casita bastante descuidada…
Cuando entramos, todos nos quedamos sorprendidos al ver en su interior una inmensa nube de humo que surgía de la figura de un tipejo que parecía meditar tumbado en el suelo; la verdad es que nos sentíamos un poco incómodos, aquel humo de fuerte olor nos hizo pensar que el señor Keating nos había llevado al sitio inapropiado, pero esa primera impresión pronto cambiaría.
Lewis Carroll se levantó y nos saludó amablemente a todos, nos invitó a sentarnos en el suelo y guiñó un ojo al señor Keating, que le respondió levantando el pulgar; parecía como si aquella visita estuviese planeada desde hacía mucho tiempo, como si aquellos dos hombres hubiesen programado minuciosamente todo nuestro viaje por el mundo de la literatura…
El señor Carroll comenzó a hablar y a hacernos preguntas bastante extrañas: “¿Creéis que los animales pueden hablar?”, “¿Diríais que uno y uno es siempre igual a dos?”, “¿Quién pensáis que viene antes, el huevo o la gallina?”…
La cabeza empezaba a darnos vueltas, en apenas cinco minutos había realizado decenas de preguntas extrañas de difícil respuesta; parecía que todas ellas tenían trampa, pero aquel extraño hombre ni siquiera nos dejaba contestar.
Una vez terminó de realizar preguntas, el señor Carroll comenzó a hablar de la importancia que tenía para la humanidad el hecho de que existieran personas capaces de cuestionarse cualquier cosa y de tener en cuenta que, en ocasiones, nuestros sentidos no podrían dar respuesta a todo; insistía continuamente en la idea de que el ser humano había forjado su progreso a través de aquellos hombres inconformistas que nunca daban una respuesta por válida hasta no haberse cerciorado por sí mismos de que, realmente, es válida y, finalmente, nos leyó un artículo llamado “El nonsense, un arma contra las mentes cuadradas”.
Y es que es cierto que, si Newton no se hubiese preguntado por qué había caído aquella manzana; probablemente todos seguiríamos pensando que las cosas simplemente caen, porque caen… ¡¡Y punto!!
Puede parecer muy drástico leer algo así e incluso puede que todos creamos que nos preguntamos el porqué de las cosas y que sólo dejamos de cuestionarnos aquello que sabemos o que, simplemente, hemos decidido tomar por válido tras haber tomado conciencia de que es algo cierto; pero… ¿¿Alguno de vosotros sabe de qué está formado el polvo?? Y, si lo sabéis… ¿¿No sería lógico pensar que en las casas abandonadas debería haber menos polvo??
¿¿Veis?? Resulta que no estaba siendo tan drástico al afirmar que seguiríamos pensando que las cosas suceden porque deben suceder así y que nadie se cuestionaría los motivos que provocan que algo suceda de una determinada manera; de esta forma, si nadie tuviese la curiosidad o el interés de investigar acerca de algo tan insignificante como el polvo, seguramente todos seguiríamos pensando que el polvo surge, porque surge… ¡¡¡Y punto!!!
Y es que, tras habernos leído el señor Carroll aquel artículo de Consuelo Armijo, todos pudimos reflexionar acerca de la importancia de cuestionarnos todo y de no dejarnos guiar por todo aquello que se publica en los medios de comunicación, que nos dicen nuestros profesores o que afirman los investigadores; pues lo cierto es que, a lo largo de los siglos, toda aquella ciencia que los hombres de la época consideraban como verdadera y única, ha evolucionado tantísimo que muchas de las ideas primitivas de la ciencia han quedado en entredicho e incluso han terminado siendo desechadas.
Ahora entendíamos al señor Keating cuando nos dijo que en la vida había mucho más que aquello a lo que nos estábamos aferrando… ¡¡Nos quería hacer ver la importancia de abrir nuestras mentes, de cuestionarnos todo y de ser críticos con aquello que se considera como válido y verdadero!!
¿¿Acaso no se tenía por válido y verdadero que nuestro planeta era plano?? ¿¿Qué necesidad había entonces de seguir planteándose preguntas acerca de ese tema?? ¿¿No sería arriesgado poner en jaque la creencia de la época por defender una idea propia??
Como podemos observar, en ocasiones es importante seguir cuestionándose aquello que parece cierto y que todos hemos considerado válido desde el momento de nuestro nacimiento; pero también es importante el hecho de defender nuestras propias opiniones, investigaciones e ideas hasta el final, siempre argumentándolas e intentando ser objetivos.
Además, tras escuchar las palabras del señor Carroll y haber recapacitado mucho acerca de aquel artículo; nos dimos cuenta de la importancia que tiene, también, el hecho de rodearte de gente con opiniones muy diferentes a la propia y de pasar tiempo conversando con aquellas personas cuya forma de pensar es muy diferente a la nuestra, pues de esta forma tendremos mucho más fácil el hecho de replantearnos nuestras ideas y observaremos cómo nuestra mente se va abriendo poco a poco.
Y es que, si nuestra obligación como futuros maestros es formar personas que se cuestionen absolutamente todo y sean capaces de pensar por sí mismos, si realmente deseamos formar personas críticas e inconformistas que siempre buscan progresar y si de nosotros va a depender que las generaciones del futuro sigan progresando… ¿¿No deberíamos ser nosotros mismos los que nos cuestionemos todo?? ¿¿No es nuestra obligación ser curiosos e intentar dar respuesta a todo aquello que no sabemos?? ¿¿Acaso podríamos ayudar a pensar a alguien de forma crítica y a abrir su mente, si nosotros no somos capaces de hacerlo??
Estábamos todos demasiado ocupados pensando en todo aquello del “nonsense”, hacíamos esfuerzos por intentar abrir nuestra mente y pensábamos en la manera de hacer posible lo imposible cuando, de repente, el señor Carroll nos preguntó por el color de su camisa…
Sin dudarlo, todos dijimos muy convencidos que era de color rosa, pero el señor Keating se echó a reír y le pidió a su amigo paciencia, decía que aún necesitaríamos tiempo para asimilarlo todo; pero Lewis Carroll decidió darnos una última lección muy útil, así que nos volvió a mirar y dijo que si a nosotros nos parecía rosa, él diría que su camisa era blanca y que ninguno de nosotros podríamos negárselo.
¡¡¡Pero era rosa!!! No había forma de verlo de otra manera y, aunque el señor Carroll nos había hecho pensar mucho, esta vez estaba equivocado…
Entonces, consciente del silencio que se había formado tras su afirmación, nos pidió que nos acercásemos un poco más y nos dijo si no veíamos también una línea blanca al lado de cada una de las líneas rosas que formaban la prenda; era una de esas camisas conocidas por el nombre de “mil rayas” y, lo cierto, es que estaba formada por diminutas rayas rosas y blancas, pero el efecto óptico hacía que se viese de color rosa.
De esta forma, el señor Keating intervino diciéndonos que lo que quería hacernos entender su amigo Lewis era que siempre debíamos dudar de todo y tener en cuenta que, a veces, lo imposible puede ser posible y lo fantástico tan real como que estábamos allí…
¡¡¡Y así es como entendimos que, en ocasiones, ni siquiera podíamos fiarnos de nuestros sentidos; que siempre debíamos observar con atención y que era importante entender la necesidad de dudar de aquellas primeras impresiones traicioneras que cierran nuestra mente!!!
Nos hizo ver que había algo más, así que nos sugirió conocer a un viejo amigo suyo llamado Charles Lutwidge Dodgson; pero a quien todo el mundo conocía por el nombre de Lewis Carroll.
Todos sentíamos una gran curiosidad por saber de qué se trataba, qué era aquello que debíamos tener en cuenta en nuestras vidas y que, posiblemente, nos explicaría ese tal Lewis Carroll; así que aceptamos la propuesta del señor Keating y nos dirigimos hacia una pequeña casita bastante descuidada…
Cuando entramos, todos nos quedamos sorprendidos al ver en su interior una inmensa nube de humo que surgía de la figura de un tipejo que parecía meditar tumbado en el suelo; la verdad es que nos sentíamos un poco incómodos, aquel humo de fuerte olor nos hizo pensar que el señor Keating nos había llevado al sitio inapropiado, pero esa primera impresión pronto cambiaría.
Lewis Carroll se levantó y nos saludó amablemente a todos, nos invitó a sentarnos en el suelo y guiñó un ojo al señor Keating, que le respondió levantando el pulgar; parecía como si aquella visita estuviese planeada desde hacía mucho tiempo, como si aquellos dos hombres hubiesen programado minuciosamente todo nuestro viaje por el mundo de la literatura…
El señor Carroll comenzó a hablar y a hacernos preguntas bastante extrañas: “¿Creéis que los animales pueden hablar?”, “¿Diríais que uno y uno es siempre igual a dos?”, “¿Quién pensáis que viene antes, el huevo o la gallina?”…
La cabeza empezaba a darnos vueltas, en apenas cinco minutos había realizado decenas de preguntas extrañas de difícil respuesta; parecía que todas ellas tenían trampa, pero aquel extraño hombre ni siquiera nos dejaba contestar.
Una vez terminó de realizar preguntas, el señor Carroll comenzó a hablar de la importancia que tenía para la humanidad el hecho de que existieran personas capaces de cuestionarse cualquier cosa y de tener en cuenta que, en ocasiones, nuestros sentidos no podrían dar respuesta a todo; insistía continuamente en la idea de que el ser humano había forjado su progreso a través de aquellos hombres inconformistas que nunca daban una respuesta por válida hasta no haberse cerciorado por sí mismos de que, realmente, es válida y, finalmente, nos leyó un artículo llamado “El nonsense, un arma contra las mentes cuadradas”.
Y es que es cierto que, si Newton no se hubiese preguntado por qué había caído aquella manzana; probablemente todos seguiríamos pensando que las cosas simplemente caen, porque caen… ¡¡Y punto!!
Puede parecer muy drástico leer algo así e incluso puede que todos creamos que nos preguntamos el porqué de las cosas y que sólo dejamos de cuestionarnos aquello que sabemos o que, simplemente, hemos decidido tomar por válido tras haber tomado conciencia de que es algo cierto; pero… ¿¿Alguno de vosotros sabe de qué está formado el polvo?? Y, si lo sabéis… ¿¿No sería lógico pensar que en las casas abandonadas debería haber menos polvo??
¿¿Veis?? Resulta que no estaba siendo tan drástico al afirmar que seguiríamos pensando que las cosas suceden porque deben suceder así y que nadie se cuestionaría los motivos que provocan que algo suceda de una determinada manera; de esta forma, si nadie tuviese la curiosidad o el interés de investigar acerca de algo tan insignificante como el polvo, seguramente todos seguiríamos pensando que el polvo surge, porque surge… ¡¡¡Y punto!!!
Y es que, tras habernos leído el señor Carroll aquel artículo de Consuelo Armijo, todos pudimos reflexionar acerca de la importancia de cuestionarnos todo y de no dejarnos guiar por todo aquello que se publica en los medios de comunicación, que nos dicen nuestros profesores o que afirman los investigadores; pues lo cierto es que, a lo largo de los siglos, toda aquella ciencia que los hombres de la época consideraban como verdadera y única, ha evolucionado tantísimo que muchas de las ideas primitivas de la ciencia han quedado en entredicho e incluso han terminado siendo desechadas.
Ahora entendíamos al señor Keating cuando nos dijo que en la vida había mucho más que aquello a lo que nos estábamos aferrando… ¡¡Nos quería hacer ver la importancia de abrir nuestras mentes, de cuestionarnos todo y de ser críticos con aquello que se considera como válido y verdadero!!
¿¿Acaso no se tenía por válido y verdadero que nuestro planeta era plano?? ¿¿Qué necesidad había entonces de seguir planteándose preguntas acerca de ese tema?? ¿¿No sería arriesgado poner en jaque la creencia de la época por defender una idea propia??
Como podemos observar, en ocasiones es importante seguir cuestionándose aquello que parece cierto y que todos hemos considerado válido desde el momento de nuestro nacimiento; pero también es importante el hecho de defender nuestras propias opiniones, investigaciones e ideas hasta el final, siempre argumentándolas e intentando ser objetivos.
Además, tras escuchar las palabras del señor Carroll y haber recapacitado mucho acerca de aquel artículo; nos dimos cuenta de la importancia que tiene, también, el hecho de rodearte de gente con opiniones muy diferentes a la propia y de pasar tiempo conversando con aquellas personas cuya forma de pensar es muy diferente a la nuestra, pues de esta forma tendremos mucho más fácil el hecho de replantearnos nuestras ideas y observaremos cómo nuestra mente se va abriendo poco a poco.
Y es que, si nuestra obligación como futuros maestros es formar personas que se cuestionen absolutamente todo y sean capaces de pensar por sí mismos, si realmente deseamos formar personas críticas e inconformistas que siempre buscan progresar y si de nosotros va a depender que las generaciones del futuro sigan progresando… ¿¿No deberíamos ser nosotros mismos los que nos cuestionemos todo?? ¿¿No es nuestra obligación ser curiosos e intentar dar respuesta a todo aquello que no sabemos?? ¿¿Acaso podríamos ayudar a pensar a alguien de forma crítica y a abrir su mente, si nosotros no somos capaces de hacerlo??
Estábamos todos demasiado ocupados pensando en todo aquello del “nonsense”, hacíamos esfuerzos por intentar abrir nuestra mente y pensábamos en la manera de hacer posible lo imposible cuando, de repente, el señor Carroll nos preguntó por el color de su camisa…
Sin dudarlo, todos dijimos muy convencidos que era de color rosa, pero el señor Keating se echó a reír y le pidió a su amigo paciencia, decía que aún necesitaríamos tiempo para asimilarlo todo; pero Lewis Carroll decidió darnos una última lección muy útil, así que nos volvió a mirar y dijo que si a nosotros nos parecía rosa, él diría que su camisa era blanca y que ninguno de nosotros podríamos negárselo.
¡¡¡Pero era rosa!!! No había forma de verlo de otra manera y, aunque el señor Carroll nos había hecho pensar mucho, esta vez estaba equivocado…
Entonces, consciente del silencio que se había formado tras su afirmación, nos pidió que nos acercásemos un poco más y nos dijo si no veíamos también una línea blanca al lado de cada una de las líneas rosas que formaban la prenda; era una de esas camisas conocidas por el nombre de “mil rayas” y, lo cierto, es que estaba formada por diminutas rayas rosas y blancas, pero el efecto óptico hacía que se viese de color rosa.
De esta forma, el señor Keating intervino diciéndonos que lo que quería hacernos entender su amigo Lewis era que siempre debíamos dudar de todo y tener en cuenta que, a veces, lo imposible puede ser posible y lo fantástico tan real como que estábamos allí…
¡¡¡Y así es como entendimos que, en ocasiones, ni siquiera podíamos fiarnos de nuestros sentidos; que siempre debíamos observar con atención y que era importante entender la necesidad de dudar de aquellas primeras impresiones traicioneras que cierran nuestra mente!!!
:) Estupendo, poetilla muerto...
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