6 ene 2012

No le enseñes a soñar... ¡¡Deja que siga durmiendo!!

Cuando salimos de la casita del señor Carroll, el aire fresco del exterior fue una especie de medicina milagrosa que nos aclaró muchísimo las ideas y nos sacó de aquel letargo que nos había provocado aquel denso humo de extraño olor.

Aquella lección que acabábamos de aprender había sido interesantísima y, a la vez, curiosa; pero el señor Keating estaba decidido a continuar enseñándonos mucho más, así que pronto nos dirigimos a un conjunto de edificios chiquititos, rodeados de jardines y en los que destacaba una especie de gran tótem con forma de… Bueno… ¡¡¡Lo importante es que también había un gran tótem!!!

Por aquellos edificios había multitud de gente que, más o menos, tendría nuestra edad; pero, de repente, volvió a aparecer aquella mujer a la que conocimos en el pueblo de los literatos y nos había explicado cómo acceder al mundo de la literatura…

Como aquella noche, nos observaba sonriendo y las mariposas revoloteaban a su alrededor mientras nos saludaba desde lejos; extrañados de verla allí, devolvimos el saludo y nos fuimos acercando poco a poco, el señor Keating nos dirigía directamente hacia ella y, entonces, entendimos que aquella mujer también era amiga de nuestro guía y que, probablemente, nuestro encuentro con ella en el pueblo de los literatos no había sido por casualidad…

Nuestro guía nos dijo que, en esta ocasión, íbamos a conocer la importancia del pensamiento poético en la infancia y que podíamos sentarnos alrededor de su compañera Irune; así que, una vez más, tomamos asiento y esperamos a ver qué nos traería esta nueva parada por el mundo de la literatura.

En ese momento, Irune comenzó a hablar con tristeza; decía que, en los últimos años, la poesía había pasado a un segundo plano y que apenas existía interés en disfrutar de la fuerza, los sentimientos y las ideas que podían ser expresados mediante unos versos.

Nos contó que allí, en el mundo de la literatura, todos coincidían en la necesidad de enseñar a entender la poesía en las escuelas y de educar en el lenguaje poético; por eso, habían decidido que lo mejor para salvar a la poesía y a toda la literatura sería formar, en primer lugar, a los maestros…

Ahora lo entendíamos todo… ¡¡¡No habíamos llegado allí por casualidad!!!

El señor Keating sonrió y nos explicó que, a pesar de que nuestro viaje había sido guiado en cierto modo, que lo importante era que nosotros mismos habíamos decidido seguir las señales, continuar sin descanso y seguir aprendiendo con todo cuanto nos había ocurrido en un trayecto que, simplemente, era una preparación para lo que realmente deberíamos aprender.

Irune continuó diciendo que, en ocasiones, los adultos nos empeñábamos en enseñar a los niños a comprender y valorar un lenguaje poético del que nosotros mismos les habíamos alejado; un lenguaje poético que desde edades muy tempranas estaba presente en niños que, como yo mismo, insistían en que al igual que el color naranja recibía ese nombre, el color amarillo debía ser llamado “limón”…

Y… ¿¿Por qué no?? ¿¿Qué tiene de malo dejar que un niño siga soñando con que un enorme tren está subiendo esas escaleras?? ¿¿Por qué nos empeñamos en convertir a los niños en adultos lo antes posible?? ¿¿Para qué le puede servir a un niño pequeño despertar de ese mágico mundo en el que vive?? ¿¿Por qué no dejamos que sea el paso de los años y de la experiencia el que haga que el propio niño despierte??

Pienso que, de esta forma, ese despertar sería mucho menos traumático y permitiría a cualquier niño mantener para siempre, de forma inconsciente, aquellos últimos coletazos del lenguaje poético de su infancia…

Había comenzado a pensar por mí mismo y todo aquello que había aprendido en el mundo de la literatura comenzaba a cambiar mi forma de verlo todo, pero Irune continuaba hablando mientras yo estaba ausente en mis reflexiones personales; era interesante, así que decidí volver a aquella explicación sobre el pensamiento poético en la infancia… ¡¡Ya tendría tiempo de seguir reflexionando más tarde!!

Mientras jugaba con algunas de esas mariposas que siempre la acompañaban, Irune continuó explicándonos que los niños tienen una asombrosa capacidad de interpretación subjetiva y personal de la que surgían multitud de producciones lingüísticas que cualquier poeta adulto envidiaría; una gran cantidad de expresiones poéticas que brotaban de forma espontánea y sin esfuerzo, que hacían que la poesía se convirtiera en algo natural que, bajo ningún concepto, era forzado…

Habíamos comenzado a entender que, los niños, hacen de la poesía una forma de expresión tan natural que, ni siquiera ellos mismos, son conscientes de las maravillas literarias que son capaces de realizar; pero el problema no radica en su inconsciencia, sino en la inconsciencia de todos los adultos que decidimos despertar a los niños de aquel sueño al que pretendemos devolverles pasados los años…

El señor Keating sonreía al vernos recapacitar sobre todo aquello y dejó que Irune continuase hablando de la necesidad de educar a los adultos tanto en el respeto a la subjetividad de la infancia, como en la importancia de valorar y fortalecer la curiosidad y la creatividad de los niños; insistía en que permitiésemos a los niños soñar y dejar que ellos mismos despertasen de una forma natural, sin sobresaltos y sin prisas por hacerles llegar lo antes posible al mundo adulto…

Jamás nos habíamos planteado las cosas de ese modo, pero era cierto que no podíamos seguir estableciendo pedagogías de la imaginación y la creatividad cuando, años atrás, habíamos coaccionado a los niños para que dejasen atrás esa misma imaginación que considerábamos infantil y contraproducente para su paso hacia la vida adulta.

Por primera vez, habíamos entendido que, si valorábamos la creatividad infantil y ayudábamos a los niños a pasar a la vida adulta respetando la subjetividad y la curiosidad de la que hacen gala, incluso nuestro trabajo sería mucho más fácil; pues habríamos conseguido que esa imaginación que tanto nos empeñamos en desarrollar, conviva de forma natural con la realidad y permita a cualquier adulto utilizar la imaginación y los sentimientos para interpretar la realidad de una forma poética…

2 comentarios:

  1. Precioso.
    ¿¿¿¿Mariposas???? te voy a contar un secreto: esta es Delirium http://www2.ups.edu/faculty/velez/Orfeo/span202/Lindy/delcard.JPG , mi personaje de cómic (The Sandman) favorito. Tiene un pez volador como mascota y siempre va rodeada de mariposas. :) Mola :D

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  2. Es un sexto sentido que tengo... Jajaja.

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