7 ene 2012

¿¿Imposible?? ¡¡Jamás!!

Tras la interesante charla con Pepe Mel y después de jugar un partido de fútbol en el que encajamos una contundente y vergonzosa derrota contra la primera plantilla del Real Betis Balompié, nuestro ánimo no estaba como para seguir pensando en literatura; a pesar de haber jugado contra profesionales y de que el resultado fuese el esperado, nosotros estábamos heridos en nuestro orgullo, enfadados y pensando que siempre se podía haber hecho mucho mejor…

Ese regalo que nos quiso hacer el buen entrenador bético se había convertido en algo que nos hacía daño, no valorábamos la suerte que habíamos tenido de poder disputar un partido contra auténticos profesionales y habíamos comenzado a enfocar de manera negativa nuestra competitividad.

Fue entonces cuando el señor Keating, que hizo el papel de entrenador durante el partido, se molestó con nosotros y nos hizo ver que debíamos aprender a perder y a ganar; porque en el deporte, como en la vida, no siempre se conseguían los objetivos que todos nos marcábamos y nuestro esfuerzo no tenía por qué verse siempre recompensando.

Por eso, nos hizo ver que nuestro único consuelo ante el fracaso estaría en el hecho de saber que habíamos hecho todo lo posible por alcanzar el éxito…

Además, insistió en la idea de que se nos había visto derrotados desde el principio y que ni siquiera nosotros mismos llegamos a creer en ningún momento que pudiésemos ganar aquel partido; de esta forma, nuestro guía y entrenador nos dijo que debíamos estar enfadados por no habernos creído capaces de conseguirlo, por habernos rendido antes de tiempo y por no haber sido capaces de dar lo mejor de nosotros mismos…

¡¡¡Nuestro enfado nunca debía estar basado en el hecho de no haber alcanzado nuestro objetivo o nuestros deseos, sino en el hecho de habernos subestimado y de no haber luchado hasta el final!!!

Y llevaba razón… ¡¡Nos veíamos muy pequeñitos ante la presencia de aquellos futbolistas profesionales!! ¡¡No fuimos capaces de disfrutar del juego y sólo veíamos gigantes donde deberíamos haber visto personas como nosotros!!

No obstante, nuestras quejas siguieron y le dijimos al señor Keating que si nos habíamos rendido nada más comenzar era por un motivo lógico… ¿¿Cómo podríamos ganar nosotros un partido a los profesionales?? ¡¡¡Era totalmente imposible!!!

Nos escudábamos en el hecho de que, en nuestro lugar, cualquier persona habría hecho lo mismo y, consciente o inconscientemente, se habría rendido e infravalorado ante la presencia de una tarea tan complicada como la nuestra; pero el señor Keating no estaba de acuerdo y nos quiso demostrar que nos equivocábamos, así que nos condujo hasta una pequeña casita en la que nos esperaba Cassius Marcellus Clay, el boxeador más grande de todos los tiempos que se convirtió al islamismo adoptando el nombre de “Muhammad Ali”.

Nada más llegar, la pregunta que nos hizo nos pareció uno de esos espectaculares derechazos que años atrás lanzaba en los cuadriláteros; pero, lo cierto, es que nos hizo reaccionar cuando nos preguntó qué sería de aquellos pobres niños que crecieran al lado de unos maestros que no eran capaces de enfrentarse a los problemas y dar lo mejor de sí mismos incluso cuando todo estuviese en contra.

El señor Ali, nos confesó que él jamás se habría rendido y que ese había sido el único secreto de su éxito; pero quiso recalcar la importancia de saber que no hay nada imposible poniéndonos un vídeo que había visto en una serie de televisión y le había recordado muchísimo a su manera de afrontar la vida…



Fue entonces cuando comprendimos que a lo largo de nuestra vida habría ocasiones en las que estaríamos desesperados y perdidos, cuando nos dimos cuenta de que muchas veces deberíamos afrontar tareas muy complicadas e incluso momentos en los que todo el mundo dudaría de nuestra capacidad para alcanzar nuestros objetivos; pero que, bajo ningún concepto, debíamos escudarnos en todo esto para rendirnos y no luchar hasta el final.

Porque además, como el señor Ali había dicho minutos antes, multitud de niños se verían reflejados en nosotros durante su educación y debíamos ser un ejemplo de superación para ellos; debíamos ser capaces de transmitir a las futuras generaciones que no hay nada imposible y que cualquier persona es capaz de alcanzar lo que se propone si realmente lo desea y lucha para conseguirlo, incluso cuando es consciente de sus pocas posibilidades de éxito.

Habíamos entendido lo que el señor Keating y Muhammad Ali nos querían hacer entender y nos habíamos dado cuenta de que debíamos ser nosotros mismos los que luchásemos para conseguir nuestros objetivos pensando que nada es imposible.

Tras una larga e interesante conversación en la que el famoso boxeador nos contó algunas de las anécdotas de su carrera deportiva, el señor Keating nos dijo que debíamos marcharnos; pero antes de hacerlo pidió al Muhammad Ali que nos mostrara aquel vídeo promocional que había realizado junto a algunos otros deportistas algunos años atrás, pues pensaba que podía ser un broche perfecto para afianzar aquellas ideas que nos habían querido transmitir…


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